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por parte de la Iglesia, a dicha Congregación, en
el modo y forma que la Santa Sede estimare
oportuno, pareciéndonos que esto no puede resultar
más que de ventaja para la Iglesia y el bien del
prójimo.
Dado en Turin, en nuestro Palacio Arzobispal, a
7 de marzo de 1868.
>> ALEJANDRO, Arzobispo.
ANDRES ASTENGO, Secr.
Una vez entregada a don Bosco esta carta
comendaticia, en la que claramente aparecían
algunas reservas, escribía confidencialmente el
Arzobispo de Turín al Cardenal Prefecto de la
Congregación de Obispos y Regulares, que lo era el
Eminentísimo Cardenal Angel Quaglia:
Eminencia Reverendísima:
El sacerdote don Juan Bosco, fundador y rector
de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, me
insta vivamente a que le expida una carta
comendaticia para obtener de la Santa Sede que
dicha Sociedad sea aprobada como Congregación
religiosa, de acuerdo con las Constituciones por
él presentadas.
Queriendo por cuanto de mí depende favorecerle
en este su deseo, sólo en la parte en que yo creo
que su institución es beneficiosa para la Iglesia,
le entregué la carta de recomendación, cuya copia
adjunto. Por ella, puede Vuestra Eminencia
Reverendísima advertir que mi aprobación se
refiere a la Sociedad, cuando no se proponía más
finalidad que la de recoger y catequizar a los
niños y adiestrarlos en algún arte u oficio y que,
si suplico la erección en Congregación religiosa,
subordino esta petición a que la Santa Sede haga
una sabia revisión y corrección de las
Constituciones. Y si verdaderamente yo no
estuviera convencido de que esta sagrada
Congregación modificara esencialmente las
constituciones presentadas, no me habría decidido
jamás a este paso, por cuanto mi oposición hubiera
podido acarrearme graves disgustos, ya que creería
traicionar a mi obligación ((**It9.97**)) de
Obispo, si yo me hiciera protector de una
Congregación, que si fuere aprobada tal cual se
propone, no podría sino acarrear un gravísimo daño
a la Iglesia, a la Diócesis y al Clero.
En beneficio, por tanto, de la misma
Congregación, y más aún para utilidad de la
Iglesia, creí acertado hacer aparte las
observaciones presentadas, notando asimismo, al
margen, algunos artículos que me parece necesitan
ser reformados.
Temiendo después que mi razón hubiera podido
engañarme, quise someter las Constituciones en
cuestión al examen de don Antonio María Durando,
Visitador de la Misión, hombre experimentado y
docto, estimado y apreciado por todos, el cual
encontró también que merecían reforma.
Someto, por tanto, todas estas observaciones a
la sabia consideración
de Vuestra Eminencia Reverendísima, para que se
digne tenerlas presentes cuando esa Sagrada
Congregación sea llamada a examinar las
Constituciones de que se trata.
Bien quisiera que la Pía Sociedad encontrara el
modo de perpetuarse y extenderse, pero quisiera
también se limitase al fin para el que fue
instituida y que se procurase eliminar cualquier
inconveniente que de su erección en Congregación
Religiosa(**Es9.99**))
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