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Y dicho esto, pidió permiso para retirarse. La
audiencia había durado casi una hora. Más de
cuarenta personas estaban en la antesala y
esperaban impacientes ser recibidos por el
Arzobispo. Al ver salir a don Juan Cagliero hubo
un murmullo general:
-íSu audiencia ha sido demasiado larga!
Y Cagliero, mirando en derredor, no pudo
contenerse y exclamó:
-íUstedes vienen a hablar por sí mismos; yo he
venido a hablar por cuarenta!
No había tenido éxito la visita de don Juan
Cagliero, pero tomaban la defensa de don Bosco los
Obispos de Saluzzo y de Alba. Monseñor Gastaldi
escribía varias veces al Arzobispo recomendándole
calurosamente que dejara en paz a don Bosco. Fue a
Valdocco para informarse del estado de la cuestión
y se acercó al Arzobispo para exhortarle a que no
pusiera dificultad para las Sagradas Ordenes de
los clérigos del Oratorio. También se interpuso
monseñor Galletti y procuró demostrar que la Pía
Sociedad de San Francisco de Sales estaba
canónicamente constituida y que los votos que los
clérigos de don Bosco habían emitido eran válidos.
El Arzobispo, vencido por estas insistencias,
cedió a conferir ((**It9.85**)) las
Sagradas Ordenes a los clérigos Albera, Costamagna
y Dalmazzo en la segunda mitad de cuaresma.
Pero no habían acabado las pruebas para ellos.
Se retiraron al Seminario para hacer los
ejercicios espirituales. Y el teólogo Soldati, que
era el director espiritual, empleó con ellos, lo
mismo que había hecho con otros clérigos del
Oratorio, toda suerte de argumentos para
inducirlos a abandonar la Congregación. Pero estos
manejos obtuvieron el efecto contrario. Don
Francisco Dalmazzo, que estaba aún indeciso en dar
o no dar su nombre definitivamente a la Pía
Sociedad de don Bosco, disgustado por aquel modo
de proceder exclamó:
-íPrecisamente porque no quieren, me haré
salesiano!
El 25 de marzo recibieron los tres clérigos, de
manos del mismo Arzobispo, la tonsura y las cuatro
órdenes menores; y él mismo les confirió el
subdiaconado el 28 del mismo mes, aunque terminada
la sagrada ceremonia, no dejó de proferir, en
presencia de los clérigos del seminario, palabras
punzantes contra los nuestros, contra la Pía
Sociedad y contra don Bosco, como si quisieran
sustraerse caprichosamente a su jurisdicción.
El hecho está ahí y nos duele ponerlo de
relieve: monseñor Riccardi era entonces totalmente
contrario a que la Pía Sociedad Salesiana
obtuviese una sanción definitiva de la Santa Sede;
y después de(**Es9.88**))
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