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((**Es9.87**) Don Juan Cagliero repitió al Arzobispo las razones expuestas en la audiencia habida en diciembre y él le respondió: -Eso no impide mi decreto. -O sea, que S. E. quiere la destrucción del Oratorio. -Quiero solamente a mis clérigos. -Con todo respeto, Excelencia, vuelvo a repetir que esto es lo mismo que destruir el Oratorio, porque no hay escuelas sin maestros, ni internados sin asistentes. Para nosotros es cuestión de vida o muerte; y es cuestión de existencia, es cuestión de derecho, porque cada uno tiene derecho a la propia existencia. Y además, el bien que el Oratorio ha hecho a la diócesis es patente: cuente los sacerdotes instruidos y educados en el Oratorio... -Os agradezco, respondió el Arzobispo, los beneficios que habéis hecho a la diócesis, pero ahora os quiero deferentes con mi decreto. -Entonces, se acabó: vuelvo al Oratorio y diré a don Bosco: tomemos nuestro breviario y entreguemos a Monseñor las llaves del Oratorio, dejándole el encargo de llevar adelante nuestra obra. Allí quedan ochocientos jóvenes en los que, de aquí en adelante, tendrá que pensar Su Excelencia. -Pero >>yo... yo...?, respondió turbado el Arzobispo. Me ponéis en una encrucijada... pero con todo... con todo he decretado... y no debo volverme atrás. Don Juan Cagliero se persuadió de que el Arzobispo estaba instigado por otros e inducido a oponer aquella resistencia y continuó diciendo con respeto y firmeza: -Excelencia; piense en las consecuencias... en las habladurías que habrá... en los muchachos que tendrá que enviar a sus casas... en los que pueden quedar abandonados en medio de la calle... en la desaprobación de los buenos. ((**It9.84**)) Y el Arzobispo, cada vez más impresionado, replicó: -Pero, en conclusión... en fin... siéntese, se lo ruego. Don Juan Cagliero se excusó ante la repetida invitación, pidió permiso para hacer una declaración más explícita y prosiguió: -Yo, a la par de otros, me hice sacerdote por consejo de don Bosco; pero, antes de serlo, jamás hubiera pensado que los primeros que se opusieran al bien, debían ser aquéllos de quienes esperaba apoyo. íHubiera sido mejor haberme dedicado a manejar la azada! Habría trabajado, me las habría apañado de uno u otro modo, pero sin tantas amarguras. >>Valía la pena que don Bosco se entregase a una obra de tanto provecho para la misma diócesis y verla destruida tan pronto?(**Es9.87**))
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