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de vida intachable, celosos, adornados de los
conocimientos necesarios, y ellos se presentaban
con una carta suya en Como para ser reconocidos
como idóneos.
Pero la caridad de don Bosco no gustaba a
todos. Un día se encontró con monseñor Zappata,
quien le pregunto por qué enviaba sacerdotes
italianos a Suiza.
El Venerable se limitó a responder:
-Eran años en los que se pedían sacerdotes a la
Curia y ésta contestaba que no tenía a quien
mandar. Aquellos pueblos los necesitaban y me
pareció bien poder atenderlos.
Monseñor insistía, haciendo de ello casi una
cuestión de derecho, y el Venerable observó:
-Yo no los mando, simplemente aconsejo: es la
Curia quien entrega las testimoniales a quienes
las piden. Otros me hicieron la misma observación;
hemos discutido, y desgraciadamente he tenido que
llegar a esta conclusión: <> (Y
donde no eres oído, no prediques).
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Monseñor, que era hombre de conciencia delicada y
apreciaba mucho a don Bosco, se presentó al día
siguiente en el Oratorio para pedir excusas al
Siervo de Dios. Este le respondió:
-íSoy yo quien debe disculparse! Pero vea;
teníamos la herejía a las puertas y era preciso
que alguien pusiera remedio.
Y Monseñor aprobó lo que había hecho don Bosco.
El, por su parte, continuó tan santa misión con el
consentimiento de los superiores eclesiásticos.
Mucho sentimos que su correspondencia con el padre
Arnaboldi no haya llegado a nuestras manos. Han
suplido, en parte, esta falta dos cartas de don
Angel Modini, que fue también párroco de Moghegno
(Valle de Maggia) en el Cantón Tesino; una es del
22 de enero de 1900 y la otra del 26 de noviembre
de 1902, más algunos documentos que se conservan
en nuestros archivos.
Dice don Angel Modini en la primera carta:
<>Don Bosco no estuvo nunca, que yo sepa, en el
Cantón Tesino, ni antes ni después del dominio
radical y, por tanto, la prensa del país no dijo
nada. Pero si don Bosco no estuvo nunca entre
nosotros, puedo asegurar que era muy grande su
deseo de venir para fundar alguno de sus colegios
y Oratorios con los que salvaguardar la fe de
nuestros pueblos, seriamente amenazada. Le diré
más: por dos veces
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