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y el Subgobernador de Mondoví (el actual señor
Buscaglione) rogaba al señor Besio, en nombre del
Gobierno, que abriera para el servicio público el
molino que acababa de comprar a Hacienda. El señor
Besio, aunque había comenzado a derribar dicho
molino, porque quería reconstruirlo a estilo de
los anglo-americanos, como lo hizo, condescendió
sin embargo con los deseos del Gobierno y abrió
para el servicio público el propio edificio, sin
cobrar más que la mítad de la tasa, y eso para no
gravar demasiado la bolsa y la susceptibilidad de
los que acudían. Con este hecho y con la
influencia que supo ganarse entre los obreros,
impidió que se llevase a cabo la revuelta general
que se tenía por cierta.
Y si, por una parte, el hecho mereció la
aprobación del Gobierno y de los buenos, le
acarreó, por otra, al señor Besio tales peligros
para su propiedad, que el mismo Subgobernador
colocó durante más de treinta días un pelotón de
soldados en los edificios de su propiedad.
Y no hablo de la caridad que tanto le
distingue; nadie puede decir que haya recurrido a
él en vano; la miseria siempre encontró socorro y
las calamidades y enfermedades hallaron remedio.
Contribuyó con sus propios medios a la
construcción de la carretera junto al río Ellero,
desde el llano del Valle hasta Borgasto. Con ella
evitó ((**It9.949**)) serias
incomodidades y facilitó el camino a los viajeros,
a los carros y a los coches públicos y
particulares.
Finalmente, habiendo sabido que los muchachos
internados en el establecimiento, llamado de San
Francisco de Sales, atravesaban graves
dificultades para pagar facturas vencidas y para
proveerles el pan de que carecían, movido por un
espíritu de auténtica caridad les hizo el bonito
regalo de cinco mil liras.
Por todos estos títulos, y por el buen uso que
seguirá haciendo de sus bienes, se presenta a V.
E. humilde y fervoroso ruego para que se digne
conceder al señor José Besio la condecoración de
san Mauricio y san Lázaro.
De V.E.
Humilde recurrente
JUAN BOSCO, Pbro.
Excelentísimo Señor:
Entre las personas dignas de ser distinguidas
por la benemerencia pública parece merecedora de
ello la familia del señor José Zucchi, banquero en
esta ciudad de Turín.
La señora Luisa Zucchi, esposa del mismo,
célebre pintora, trabaja continuamente en obras
artísticas para regalarlas a Institutos públicos,
como resulta por los certificados adjuntos.
Su marido, emulando su espíritu benéfico, ha
hecho diversos donativos de esta clase, y
últimamente regaló varios cuadros preciosos que
constituyen serio ornamento de la iglesia recién
terminada para comodidad de los vecinos de
Valdocco, bajo el título de María Auxiliadora.
Tiene él costumbre de hacer beneficencia en la
ciudad y en otras partes, como ha podido
comprobarlo muchas veces el que suscribe. Hace muy
poco, al saber que cerca de ochocientos pobres
muchachos, internados en la casa llamada de San
Francisco de Sales, carecían de ropa blanca y de
vestidos en la actual estación, les socorrió
generosamente con la bonita suma de cuatro mil
liras.
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