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Para la fiesta de la Inmaculada Concepción,
daba una prueba más de su agradecimiento a la
condesa Callori.
Turín, 6
de diciembre de 1870
Benemérita señora Condesa:
La ayuda material, que tantas veces nos prestó
en muchas de nuestras necesidades, ciertamente le
concede derecho a los actos espirituales que se
celebran en la iglesia de María Auxiliadora. Por
tanto, el jueves, día dedicado a María Inmaculada,
celebraremos una función religiosa por usted y por
toda su familia en el altar de María, desde las
siete hasta las nueve. Habrá misa, rosario con
otras oraciones y comuniones de los muchachos; eso
es lo que haremos según su piadosa intención, como
testimonio de nuestra inmensa gratitud.
He recibido la parte del Católico, revisado y
corregido por la Maestra. Muy bien; siga con el
resto.
La famosa Historia Eclesiástica resulta un gran
librajo; estamos llegando al fin. Antes de Navidad
lo tendrá.
Creo que monseñor Manacorda le habrá escrito y
comunicado que, habiendo tenido que ir él a Roma,
puso él mismo la hermosa ofrenda en manos del
Padre Santo, de modo que no hubo necesidad de
hablar de ello en la Unidad Católica.
Si las espinas se convierten en rosas, espero
poder tejer una hermosísima corona. Necesito
verdaderamente que ruegue por mí.
Que Dios le bendiga a usted y su familia;
ruegue también por nosotros que nos profesamos
De V. S. B. (errata corrige. Donde dice V. S.
dígase Vuestra Excelencia)
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Don Bosco sabía emplear siempre la gracia,
cuando se trataba de serenar a alguien.
Acostumbraba emplear muy a menudo los ((**It9.947**))
aludidos miramientos con todos sus grandes
bienhechores: íes una pena que no se hayan
conservado muchísimas de sus cartas!
Porque, además, se ocupaba de proveer a sus
jóvenes de lo necesario para la vida material,
tanto más cuanto que, según hemos visto, le tocaba
pensar en muchos gastos, debido a la enorme
cantidad de asuntos que llevaba entre manos.
Algunos señores le habían ayudado generosamente y
él, deseando darles una prueba de su
agradecimiento, se dirigía a la Orden de San
Mauricio para obtenerles una condecoración.
El conde Cibrario había muerto y, para ocupar
el cargo de Primer Secretario de Su Majestad en la
gran Maestranza de la Orden de San Mauricio, había
sido nombrado el gran Oficial del Estado, el
caballero abogado y senador Miguel Angel Castelli.
Era primer oficial
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