((**Es9.83**)
Enviada esta instancia, en la semana siguiente
al domingo de Sexagésima, fue a visitar el colegio
de Lanzo, ((**It9.78**)) donde se
entregó, durante tres días sin descanso, al bien
espiritual de sus queridos alumnos. De vuelta a
Turín, recibía esta contestación del cardenal
Corsi, Arzobispo de Pisa:
Muy Reverendo Señor:
Hace ya unos años que conozco el mucho bien que
la Sociedad de San Francisco de Sales hace al
pueblo con sus Oratorios; y, al ver sus progresos,
no ceso de dar gracias al Señor que la bendice y
la fecunda, y de admirar el celo de quien es
fundador y cabeza de todos sus infatigables
cooperadores. Por eso nada puede ser para mí más
querido que favorecerla del mejor modo posible; y,
por eso, estoy dispuesto a enviar la carta
comendaticia que V. S. Rvma. me pide en su
apreciada del 10 de los corrientes.
Me parece, además, muy conveniente y oportuno
que antes de la mía se provea y exhiba V. S. las
comendaticias de la mayor parte, ya que no de
todos, de los venerandos prelados del Piamonte y
también la del Exmo. señor Cardenal Deangelis,
Arzobispo de Fermo, la cual podría ser de gran
peso, ya que por la larga estancia de su Eminencia
en Turín, se presenta como juez más competente y
apreciador más acreditado del valor y mérito de la
misma. Hay que observar también que, dado que
dicho Cardenal debe trasladarse ahora mismo a
Roma, podría aumentar con su presencia e
influencia la eficacia de sus mismas cartas de
recomendación.
Cuando el asunto se haya iniciado de este modo,
avíseme de nuevo que yo no tardaré en secundar por
mi parte sus santos deseos.
Estoy realmente contento de saber que usted y
los suyos, en su caridad, no han olvidado mi
poquedad y siguen encomendándome en sus oraciones.
Cuanto mayores son las necesidades que me apremian
en estos tiempos, tanto más vivo es el sentido del
agradecimiento que le profeso en el momento en
que, con agrado y verdadera estima, me repito
De V. S. M. Rvda.
20 de febrero de 1865.
Afmo.
de todo corazón
>> C.
CORSI, Arz. de Pisa.
Señor don Juan Bosco-Turín.
Los alumnos estudiantes del Oratorio, entre
tanto, habían comenzado a santificar el mes de san
José, el gran Santo, en quien don Bosco depositaba
viva confianza. Los emulaban los aprendices, en
especial los congregantes de la Compañía ((**It9.79**)) del
Santo Patriarca, con la observancia del reglamento
de ésta, aprobado por don Bosco, y con especiales
prácticas de piedad.
Ya se copió dicho reglamento en el VI volumen
de estas Memorias,(**Es9.83**))
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