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También los aprendices, que eran tratados y
educados igual que los estudiantes, demostraban
con su conducta la eficacia de los principios
religiosos aprendidos. Lealtad y honestidad eran
su característica y fueron muchos los jóvenes que
honraron al Oratorio con su conducta al salir de
él. Por eso, el haber sido educados por don Bosco
era la mejor recomendación para ser aceptados en
fábricas, tiendas, ((**It9.935**)) o en
otros lugares; los mismos patronos acudían a don
Bosco en busca de jóvenes obreros.
La Dirección de Ferrocarriles los admitía con
gusto a su servicio.
Hubo varios carpinteros que por su habilidad,
trabajo y virtud cobraron enseguida cinco liras
diarias, que fueron después aumentadas
notablemente; y fueron muy queridos por los
superiores. Un joven ex alumno, empleado en una
oficina de contabilidad, encontró un billete de
doscientas cincuenta liras perdido. Se apresuró a
entregarlo a su jefe, el cual le preguntó:
->>Dónde has estudiado?
-Con don Bosco.
Al día siguiente le elevaban el sueldo mensual
de sesenta a ciento veinte liras.
En la caja fuerte de un cuartel desapareció una
cantidad respetable. Algunas desgraciadas
circunstancias parecían señalar como ladrón a uno
de nuestros cerrajeros que era soldado. Protestó
de su inocencia. Era tan virtuosa su conducta, que
el Coronel y los otros oficiales no dudaron de su
inocencia, pero no tenían pruebas: durante un mes
entero, dado el afecto que le tenían, hicieron las
más activas pesquisas hasta que, finalmente, fue
descubierto y condenado el verdadero culpable.
Todavía un hecho más. Un joven de fuerza
hercúlea, alistado en el cuerpo de artillería,
estaba en la plaza de armas pasando revista,
cuando oyó que el General le llamaba por su nombre
y le decía:
->>Tú has sido educado por don Bosco?
-Sí, mi General.
->>Quiéres ser mi asistente?
-Con mucho gusto.
Tres meses más tarde el General se retiraba y
el joven ascendió a cabo. Siempre fiel a sus
prácticas religiosas, fue sargento durante
dieciséis años y terminó siendo comandante en una
fortaleza de la frontera. Desde allí escribía:
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disciplina militar y también a las leyes morales,
los he visto condenados
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