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((**Es9.811**) Me encomiendo, mientras tanto, a sus oraciones; no me olvide, queridísimo, y pida una sola cosa para mí a María Santísima, que me salve. Sólo le ruego esto, declarándome con plena estima y respeto, De V. S. Alassio, 2 de septiembre de 1870. Su s. s. y Hno. en Jesucristo FRANCISCO AMPUGNANI, Can. Como don Bosco no podía ir a Alassio, pensó enviar a don Angel Savio, su procurador general. El Canónigo, recién llegado de América, era un digno eclesiástico y a la par un hombre de negocios. Los de la ciudad, que deseaban concurrir a la subasta, en cuanto conocieron la intención de don Bosco se retiraron: entre ellos un tal José Morchio, que acariciaba la idea de instalar en el convento un almacén de aceite. Así las cosas, el 12 de septiembre de 1870 tuvo lugar la subasta pública, con intervención de los señores Pedro Plaisant, abogado, juez de Alassio, y Víctor Morcendo, ((**It9.915**)) recaudador de impuestos, a más de Antonio Ampugnani, hijo del difunto Felipe, y Luis Penna, hijo del difunto Salvador, como testigos. La subasta se sacaba por un precio de quince mil liras. Se presentaron solamente dos: el Canónigo y don Angel Savio en nombre propio. El Canónigo hizo su propuesta y don Angel Savio aumentó un poco la cantidad. Lo mismo se repitió dos o tres veces pero, viendo don Angel que el precio aumentaba mucho, se calló. Y el convento se adjudicó al canónigo Francisco Ampugnani, hijo del difunto Antonio, por el precio total de veinticinco mil liras. Como no se había hablado de tercera persona a descubrir a su tiempo, parecía que don Bosco estaba excluido. Hubo una viva indignación entre los ciudadanos de Alassio, al creer decepcionadas sus esperanzas de tener un colegio. Don Bosco, sin conocer todavía el éxito de la subasta y seguro de las promesas de generosa ayuda que le hiciera el Canónigo, escribía a don Angel Savio: Lanzo, 13 de septiembre de 1870 Muy querido Savio: Te envío los poderes que pides. Haz cuanto sea necesario. Di al canónigo Ampugnani que comprendo lo caballeroso de su acto, y que, aunque Dios se lo recompensará a su tiempo, nosotros le recordaremos con gratitud; mientras subsista (**Es9.811**))
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