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puesto que tal vez se había formado una costra
espesa que impedía hundirse.
Don Bosco, que hasta entonces había callado, le
dio una mirada de compasión y, dejando de lado
cualquier otra contestación, se limitó a decirle:
-Señor, usted toma el rábano por las hojas. Ha
de saber que Jesucristo jamás se encontró con sus
discípulos en el mar Muerto. Usted confunde el mar
Muerto con el mar de Galilea llamado también mar
de Tiberíades o lago de Genesaret, que dista del
otro unas setenta millas.
A estas palabras lanzaron los viajeros una
sonora carcajada y el pobre hombre, confuso y
enojado, rezongó:
-Yo he dicho lo que he leído; pero, si es así,
confieso que he sido engañado.
Y don Bosco replicó:
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-Permítame una observación. Si en vez de leer
ciertos libros, con los que se pretende arrancar
la fe del corazón del pueblo, fuera usted a
escuchar las explicaciones del Evangelio de su
párroco, no soltaría ciertos desatinos.
Otra vez se encontró nuestro buen Padre frente
a un viajero que en alta voz comenzó a defender a
un sacerdote castigado, injustamente por el
Obispo, según él, y añadía:
-Han pasado los tiempos de la Inquisición;
también el cura es ahora un ciudadano libre,
>>quién ha dado derecho al Obispo para suspenderlo
de decir misa?
Don Bosco le interrumpió y le dijo:
-Sepa que Jesucristo en persona ha dado el
derecho al Obispo; y si el Obispo ha suspendido a
ese tal, habrá tenido sus motivos. >>Quién le ha
nombrado a usted juez de los sucesores de los
Apóstoles?
-Pero me han dicho que ese Obispo no es como
los otros; abusa de su poder y es enemigo de la
libertad.
-Respóndame, por favor: >>el Obispo ha quitado
la misa a muchos?
-No creo; solamente a ése.
-Y >>sábe decir por qué no se la quita a los
otros?
Aquél no supo qué constestar, farfulló unas
cuantas palabras y don Bosco añadió:
-Porque los demás curas cumplen con su deber.
Y bajando la voz, de modo que los vecinos no lo
oyesen, continuó:(**Es9.81**))
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