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Hacía treinta años que era misionero por aquellas
regiones; había sufrido heroicamente pobreza,
humillaciones, desprecios, desilusiones,
incesantes amenazas, furiosas persecuciones, hasta
creerse afortunado por poder conseguir la palma
del martirio, y otros obstáculos que el demonio
suscita contra los predicadores de la fe católica.
Le acompañaba monseñor Eligio Cosi, su coadjutor y
después obispo y Vicario Apostólico, franciscano
también de los menores observantes.
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Resultaba algo habitual ver a venerandos obispos y
arzobispos del Piamonte y de lejanas tierras que,
en viaje ad límina 1 para visitar al Papa, pasaban
por Turín con el único fin de hablar con don Bosco
y tratar sobre el mejor modo para resguardarse de
los males de los tiempos. Se vio a muchos de
rodillas ante don Bosco pidiéndole la bendición.
Aquel mismo mes de julio escribía él a don
Domingo Pestarino:
Turín, 10-7-1970
Carísimo don Domingo:
Los días 20, 21 y 22 de este mes se celebrarán
las cuarenta horas en la iglesia de María
Auxiliadora: será para mí un gran placer si puede
usted venir en esta ocasión; así tendríamos tiempo
para hablar de nuestros asuntos.
Más aún; si puede, le ruego vaya a ver al señor
cura de Casalegio e invítelo a que le acompañe. El
presidirá en la iglesia las funciones compatibles
con su edad y, cuando menos, celebraría la santa
misa en el altar de María Auxiliadora. Nuestros
jóvenes comulgarían según su piadosa intención.
Podría venir el 18, pasar la semana con nosotros y
volver el sábado a la parroquia, si lo desea. Así
tendré tiempo para comunicarle algunas cosas que
no conviene confiar al papel.
Por tanto, les espero a los dos. Buen viaje y
que Dios nos bendiga.
Afmo.
JUAN BOSCO, Pbro.
Por aquellos días, después de tantas y tan
grandes emociones experimentadas durante el año, y
las que preveía que le aguardaban en los meses
siguientes, subió don Bosco al Santuario de San
Ignacio para hacer los ejercicios espirituales.
Los dirigió el teólogo Félix Golzio, su confesor,
Rector a la sazón de la Residencia Sacerdotal de
San Francisco de Asís, que debía trasladarse al
Santuario de la Consolación junto con los
residentes, al convento que habían dejado los
Franciscanos. Sólo faltaba proveer al culto de la
iglesia de San Francisco
1 Ad límina. -Expresión equivalente a: ir a
Roma, ir a la Santa Sede. (N. del T.).
(**Es9.791**))
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