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en dicha Cofradía, que el día de su ingreso, si
verdaderamente arrepentidos y confesados,
recibieren el santísimo sacramento de la
Eucaristía, puedan ganar indulgencia plenaria y
remisión de todos sus pecados, aplicable también a
manera de sufragio a las almas de los fieles, que,
unidas a Dios por el amor, pasaron de esta vida;
no obstante cualquier orden en contrario, debiendo
las presentes tener valor para siempre.
Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el Anillo
del Pescador, el día 11 de marzo de 1870, año
vigésimo cuarto de nuestro Pontificado.
Por el
Card. PARACCIANI CLARELLI
F. PROFILI, Sustituto
((**It9.837**)) La
segunda semana de cuaresma, o sea después del 14
de marzo, don Bosco fue a Lanzo, y el 20 a
Cherasco. En los intervalos habidos, entre estas
visitas, habló por la noche, después de las
oraciones, a los alumnos del Oratorio. La primera
vez les contó los avisos de Pío IX. Otra noche les
exhortó encarecidamente a que se acostumbrasen a
repetir la jaculatoria María, Auxilium
Christianorum, ora pro nobis, recordando que está
indulgenciada con trescientos días, cada vez que
se pronuncia, y con indulgencia plenaria para
quien la dice una vez al día durante un mes.
Contó, sin decir su nombre, que el primogénito del
conde Callori deseaba con ardor ir a los bailes de
la corte. Le invitaron y fue. Era la primera vez.
Al volver a casa cayó víctima de una pulmonía y a
los pocos días murió. Y terminó don Bosco
diciendo:
-íAsí pasan las alegrías de este mundo, como un
relámpago!
Les recomendó, como lo hacía con frecuencia,
que pensaran en el Angel de la Guarda, quien,
decía don Bosco, les acompañaba a todas partes,
velaba su sueño de noche, se sentaba a su lado en
clase, les vigilaba durante el recreo, rezaba con
ellos en la iglesia, les defendía, les aconsejaba,
les consolaba, e insistía diciendo que acudieran a
él pidiendo ayuda. Pintó al vivo los centenares de
ángeles de los compañeros ((**It9.838**)) que les
observaban, habló de la reverencia que se les
debe, guardando un porte modesto en todo momento.
Hasta confesando, daba a menudo como penitencia
alguna oración en honor del Angel de la Guarda.
Por eso incluyó en El joven cristiano un devoto
ejercicio en su honor y él mismo, como ya hemos
dicho, tenía una ternísima devoción a su Angel de
la Guarda. El 27 de marzo reunió en conferencia a
los Salesianos, profesos y aspirantes, clérigos y
laicos; y he aquí el resumen de su discurso:
Adán, creado inocente por Dios, vivía feliz en
el paraíso terrenal. Pero nos dice San Agustín que
su felicidad debió durar poco, puesto que el
demonio, envidioso,
(**Es9.744**))
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