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((**Es9.744**) en dicha Cofradía, que el día de su ingreso, si verdaderamente arrepentidos y confesados, recibieren el santísimo sacramento de la Eucaristía, puedan ganar indulgencia plenaria y remisión de todos sus pecados, aplicable también a manera de sufragio a las almas de los fieles, que, unidas a Dios por el amor, pasaron de esta vida; no obstante cualquier orden en contrario, debiendo las presentes tener valor para siempre. Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el Anillo del Pescador, el día 11 de marzo de 1870, año vigésimo cuarto de nuestro Pontificado. Por el Card. PARACCIANI CLARELLI F. PROFILI, Sustituto ((**It9.837**)) La segunda semana de cuaresma, o sea después del 14 de marzo, don Bosco fue a Lanzo, y el 20 a Cherasco. En los intervalos habidos, entre estas visitas, habló por la noche, después de las oraciones, a los alumnos del Oratorio. La primera vez les contó los avisos de Pío IX. Otra noche les exhortó encarecidamente a que se acostumbrasen a repetir la jaculatoria María, Auxilium Christianorum, ora pro nobis, recordando que está indulgenciada con trescientos días, cada vez que se pronuncia, y con indulgencia plenaria para quien la dice una vez al día durante un mes. Contó, sin decir su nombre, que el primogénito del conde Callori deseaba con ardor ir a los bailes de la corte. Le invitaron y fue. Era la primera vez. Al volver a casa cayó víctima de una pulmonía y a los pocos días murió. Y terminó don Bosco diciendo: -íAsí pasan las alegrías de este mundo, como un relámpago! Les recomendó, como lo hacía con frecuencia, que pensaran en el Angel de la Guarda, quien, decía don Bosco, les acompañaba a todas partes, velaba su sueño de noche, se sentaba a su lado en clase, les vigilaba durante el recreo, rezaba con ellos en la iglesia, les defendía, les aconsejaba, les consolaba, e insistía diciendo que acudieran a él pidiendo ayuda. Pintó al vivo los centenares de ángeles de los compañeros ((**It9.838**)) que les observaban, habló de la reverencia que se les debe, guardando un porte modesto en todo momento. Hasta confesando, daba a menudo como penitencia alguna oración en honor del Angel de la Guarda. Por eso incluyó en El joven cristiano un devoto ejercicio en su honor y él mismo, como ya hemos dicho, tenía una ternísima devoción a su Angel de la Guarda. El 27 de marzo reunió en conferencia a los Salesianos, profesos y aspirantes, clérigos y laicos; y he aquí el resumen de su discurso: Adán, creado inocente por Dios, vivía feliz en el paraíso terrenal. Pero nos dice San Agustín que su felicidad debió durar poco, puesto que el demonio, envidioso, (**Es9.744**))
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