Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es9.732**) agüero, no dio a las insistentes preguntas sobre el porvenir de Roma más respuesta que palabras de duda, de veremos y esperemos. Pero ellos, que deseaban que confirmase su funesto engaño, explicaban en el sentido por ellos deseado las mal comprendidas respuestas. En esta ocasión hubo algunos que pusieron en duda el espíritu profético del Siervo de Dios. Y él, si había hecho brillar por un instante la verdad, se vio obligado a encerrarse en la más rigurosa reserva, reconociendo que era inútil e imprudente hablar a quien no quería escuchar, no queriendo correr el riesgo de prejuzgar tan gravísimos asuntos. Sin embargo, llevado por la caridad, no dejó de aconsejar, directamente o por medio de confidentes, a muchos del Clero, principalmente a los superiores de órdenes religiosas y de monasterios, que se apresurasen a poner a salvo los bienes muebles o inmuebles que les fuera posible; pero sus consejos tropezaron generalmente con la indiferencia y la incredulidad. Sólo uno se persuadió, que fue el General de los Cartujos. Este estaba decidido a ceder a don Bosco, bajo ciertas condiciones confidenciales, la propiedad de la iglesia de Santa María de los Angeles, en las termas del Diocleciano, y el claustro monumental, previendo ((**It9.824**)) la temida confiscación de bienes de los religiosos. Pero el Procurador General de la Orden juzgó que eran vanas aquellas aprensiones y se opuso diciendo que, como todas las órdenes tenían en Roma una representación con casa propia, había que mantener íntegramente su convento. Hubo otros de su mismo parecer y la prevención quedó en nada. Y así sucedió lo que tenía que suceder: aquel monumento corrió la suerte de los demás. Otros incrédulos más tuvieron también que experimentar los cierto de las advertencias de don Bosco y, como no se había previsto nada, los bienes eclesiásticos fueron confiscados y con ellos grandes cantidades de dinero. Don Bosco tenía claramente presentes los acontecimientos de aquel año y no quiso, como veremos, fiesta alguna de sus muchachos a la vuelta. He aquí otras cartas escritas durante su estancia en Roma, llenas de afecto paternal. Una está dirigida al joven Berardo Musso, zapatero, que más tarde fue coadjutor salesiano y jefe del taller de la casa de Almagro en Buenos Aires. (**Es9.732**))
<Anterior: 9. 731><Siguiente: 9. 733>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com