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este fin al ministro de la política inglesa Lord
Gladstone. Pero el agente diplomático de
Inglaterra, Odo Russel, disuadió al ministro de
asuntos exteriores, Lord Clarendon; Gladstone no
encontró en el ministerio apoyo a sus propuestas,
y Baviera se retiró desilusionada.
El representante del gobierno prusiano en Roma,
Arnim, no cesaba de atizar las pasiones contra el
Concilio: pero el príncipe Bismarck, aunque
enemigo de la gran asamblea católica, por razones
de humana política, impuso en aquellos momentos
silencio al celoso diplomático.
Los políticos sectarios de Austria, España y
Portugal no osaron dar un paso sin las otras
potencias, mientras Italia fue mantenida lejos de
Roma por la guarnición francesa, hasta que la
guerra franco alemana determinó su partida.
>>Quién no ve en esos sucesos la mano de la
divina Providencia?
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