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-Yo no estoy obligado al secreto, respondió el
Pontífice, sonriendo también.
Mas, poniéndose serio, continuó:
-Siento, a mi pesar, que algunos no sólo
combatan la oportunidad de la definición, sino que
pongan en duda o nieguen la misma infalibilidad.
-Tienen, observó don Bosco, por caballo de
batalla a Honorio I.
->>Y Vos?, le preguntó el Papa, que se
complacía oyéndole hablar; vos, >>qué respondéis?
-Yo pienso y digo lo mismo que pensaron y
dijeron los autores más acreditados, que defienden
al Papa Honorio con razones validísimas y así
salvan también la infalibilidad. En las ((**It9.817**)) dos
cartas al Patriarca Sergio no definió nada, como
Cabeza de la Iglesia. Tampoco erró en ellas, como
doctor privado, pues el sentido natural de sus
palabras, tomadas en su contexto, es católico. San
Máximo da testimonio de su santidad y ortodoxia.
San Juan Damasceno, cuando combate a los
partidarios del monotelismo, no nombró para nada
al Papa Honorio. Este Papa contemporizó al
combatir la nueva herejía, porque tal vez no
conocía aún toda su malicia. Un autor serio lo
llama cunctator (contemporizador) y dice que, si
faltó, faltó de diligencia y nada más. Yo, sin
embargo, opino que si cunctavit, si contemporizó,
lo hizo por prudencia y, así como se puede
contemporizar sin faltar, así pienso que el Papa
Honorio no cometió ni siquiera pecado venial.
-íMuy bien! íAsí es!, respondió Pío IX.
Y, tras un breve silencio, mirando con
insistencia al Siervo de Dios, continuó:
-Y Vos: >>tenéis algo que comunicarme en
particular, respecto a la Iglesia y a las
presentes circunstancias?
El Venerable creyó llegado el momento de hablar
al Papa del sueño o visión tenido el cinco de
enero, del que había escrito solamente un resumen;
y humildemente respondió:
-Santidad, si el Señor quisiera manifestar algo
del presente o del futuro respecto a la Iglesia,
parece que antes debería manifestarlo a su Vicario
en la tierra y no a un simple y pobre sacerdote.
No obstante, he aquí este folio dirigido a Su
Santidad; quien me lo entregaba no miente.
En aquel papel sólo estaban los párrafos que se
referían al Papa y al Concilio, titulados: La voz
del cielo, al Pastor de los Pastores. Los lectores
ya los conocen. Era un mandato apremiante,
absoluto, de que no se desatasen las dificultades,
que se rompieran; que se superaran
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