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Al llegar a este punto, querríamos poner de
relieve otra vez la jovial amabilidad paternal de
don Bosco y su continuo empeño en aprovecharla.
Hay en estas cartas ciertos detalles y frases que,
al leerlos, aumentan aún ahora el amor que
profesamos a don Bosco. Pensad en la eficacia que
tendrían en el corazón de aquellos a quienes iban
dirigidas.
Advertimos también cómo don Bosco, cuando contó
a los Salesianos la primera audiencia con el Papa,
dijo esta frase: Pio IX habló de otra cosa que no
es menester decirla. Y añadió que el mismo Papa
quiso que volviera a una segunda audiencia con él,
porque aún tenía muchas cosas que decirle. No dejó
ningún rastro de ellas. Eran cosas muy
importantes, que se referían al Concilio. >>Qué
delicados encargos que no conocemos nosotros le
confiaría el Vicario de Jesucristo? Está el hecho
de que seguía tratando de convencer a algunos de
la minoría, sobre la necesidad de la definición
dogmática de la infalibilidad pontificia, y
asistía a las sesiones de algunas congregaciones
particulares y refería al Pontífice lo que creía
conveniente o necesario. Así trabajaba sin
descanso por una causa, a la que ((**It9.816**)) había
consagrado toda su vida: la gloria del Papado y de
la Iglesia. El Papa estaba satisfechísimo de ello.
Resurgían, pues, las esperanzas de abrir una
casa salesiana en Roma. El Venerable habló con el
eminentísimo cardenal Quaglia de la propuesta del
Padre Santo para la Iglesia de San Juan de la
Pigna, y le dio ánimos. Es más, fue con uno de los
encargados de la administración de las propiedades
del Vaticano a ver la iglesia propuesta y encontró
un magnífico templo, pequeño sí, pero hermoso, con
cinco altares de mármol y un precioso órgano
nuevo. Había junto a la iglesia una casa, que
también visitó: le pareció que podía alojar
cómodamente quince personas. Le enseñaron, además,
otro edificio un poco distante, bastante mayor,
que pertenecía a la misma iglesia, que estaba
alquilado y producía seis mil liras de renta al
año.
Después de la visita, volvió al Padre Santo, el
12 de febrero, y le dijo:
-Santidad, he visto la casa y la iglesia.
-Bien, contestó el Papa; si las queréis son
para vos.
-Doy las gracias a Su Santidad y las acepto.
A continuación Pío IX se explayó con él y le
manifestó proyectos y deliberaciones
confidenciales, referentes al Concilio. Don Bosco,
sonriendo, le interrumpió:
-Padre Santo, >>y el secreto?
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