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con elocuencia; manejaba la historia, trataba con
tal dominio los puntos de controversia, el pro y
el contra, haciéndose él mismo preguntas y
respuestas, que era una maravilla oírle.
El Venerable le dejó hablar durante una hora
sin interrumpirlo.
Audisio se había inflamado con la cuestión y se
veía que un espíritu partidista guiaba sus
palabras.
Cuando terminó, don Bosco alabó su erudición,
se excusó de no poder seguirlo en todos los puntos
de su disertación, repitió que no había hecho
estudios profundos sobre ello y añadió:
-Puesto que se trata de una cuestión de tanta
importancia, no quiero limitarme a razones y
pruebas mías. Tengo conmigo una autoridad, a la
que ciertamente usted no podrá contradecir. Es la
obra de un autor docto, piadoso, concienzudo y, si
quiere, leeré una página suya que aclara la
cuestión. Yo estoy plenamente de acuerdo con este
eximio escritor, que ha escrito perfectamente y no
le es desconocido a usted.
->>Qué dice? >>De qué autor entiende hablar? Yo
no comparto opiniones contrarias a las mías.
-Cuando usted sepa de quién se trata, tendrá
que condescender y calmarse.
-No puede ser. Pero veamos quién es ese autor y
cuáles son sus pruebas.
Y don Bosco, con graciosa lentitud, tomó un
libro y, teniendo tapada la portada, dijo:
-Aquí, en pocas palabras se dan razones muy
sólidas para sostener la infalibilidad del
Pontífice y el autor es de tal autoridad, que no
se puede desear más.
Y comenzó a leer.
Quizá leyó el Venerable este paso que se
refiere a san León el Grande.
<((**It9.802**)) de la
Iglesia por la que los fieles se adhieren a los
sacerdotes, éstos a los obispos y éstos a Pedro,
que vive y gobierna en sus sucesores, y Pedro a
Cristo: Cristo, que elegía entre todos a Pedro,
rogaba por él para que no fallara jamás en su fe
(ut non deficiat fides tua) y le constituía
confirmador, esto es, definidor de la misma fe
para los apóstoles, sus hermanos (confirma fratres
tuos) a fin de que, por encima de los obispos
puestos por el Espíritu Santo para regir las
diversas partes de la Iglesia, Pedro rigiese desde
lo alto todo el cuerpo, o sea los pueblos y los
pastores, y, a través suyo, se comunicase al
edificio universal de la Iglesia la solidez del
fundamento que es Pedro,
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