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que, según él, habrían surgido infaliblemente de
tal definición. Por eso se decía en Roma que
monseñor Gastaldi preparaba un documento para
combatir la oportunidad.
Don Bosco, sin pérdida de tiempo, fue a
visitarle para disuadirle de que diera aquel paso:
razonó largo y tendido con él para que no pusiera
obstáculos a los designios de Dios, le hizo notar
que ciertos miedos le parecían exagerados, que no
era el momento de retroceder y de callar,
tratándose de una verdad fundamental, negada y
vituperada por los impíos de todo el mundo, y que
las consecuencias de la definición debían dejarse
en manos de Dios.
Monseñor, que estaba lleno de celo y de honda
piedad, que veneraba y amaba a don Bosco, quedó
tan satisfecho y convencido con su razonamiento,
que le dijo:
-Desde hoy me dispongo a tratar el tema bajo
este aspecto y prepararé un documento en defensa
de la infalibilidad del Papa y de la oportunidad
de la definición dogmática.
-Prepare, añadió don Bosco, un verdadero
discurso sobre el particular para leerlo en pleno
Concilio. Yo le aseguro que hará algo muy grato al
Papa y que le acarreará un gran honor ante toda la
Iglesia.
Los confidentes advirtieron el súbito cambio de
pensamiento de monseñor Gastaldi y fue para ellos
como un trueno en día despejado. Nadie se había
enterado de su conversación con don Bosco. El
mismo monseñor Gastaldi fue de nuevo a buscar al
Siervo de Dios y se repitieron los coloquios. Más
aún; a petición suya, don Bosco le procuró obras
teológicas que trataban profundamente la cuestión,
y le señaló los puntos más importantes, para que
los consultase. Así lo atestiguaron el canónigo
Anfossi y don Juan Turchi.
No satisfecho con ello, don Bosco quiso que se
conociera también ((**It9.797**)) en Roma
el buen espíritu de su antiguo amigo. Escribía a
don Miguel Rúa.
Carísimo Rúa:
He recibido en Roma la carta que me enviaste a
Florencia. Anima a Sala; yo le encomiendo al
Señor.
Envía a monseñor Gastaldi cien ejemplares de su
librito El Cura de Ars y cien del otro, titulado
Sobre la autoridad del Romano Pontífice;
envíaselos a él mismo, a la Casa Rectoral del
Vaticano.
Habla con don Angel Savio y dime después si es
mejor que lleve el poco dinero, que aquí tengo,
para las necesidades de la casa; o bien, si hago
un depósito pontificio que pueda servir para el
sostenimiento del Asilo que esperamos abrir el
próximo octubre.
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