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((**Es9.708**) en París de cuanto sucedía en la ciudad eterna. Monseñor Darboy, primer jefe de la minoría, rogaba al emperador Napoleón que interviniera contra el Concilio, en favor de su partido. Los obispos alemanes y austríacos, aunque pertenecían a la minoría, cumpliendo con su deber, escribieron cartas pastorales a su clero y a su pueblo para que apartándose de toda agitación, promovida por disidentes y herejes contra el Concilio, esperasen con toda confianza sus decretos, seguros de que el Espíritu Santo no abandonaría nunca a su Iglesia. Eran excepción monseñor Aynal, obispo de Kalocsa, ((**It9.795**)) y monseñor Strossmayer, Obispo de Diakovar, que se adherían a los obispos franceses más resueltos de la minoría. Entre tanto el cardenal Rauscher escribió una súplica al Padre Santo, contra la definición, y fue firmada por los obispos alemanes, austríacos y húngaros. Compusieron otra en el mismo sentido los franceses; una más los norteamericanos; presentaron la suya los orientales, y apareció la quinta de varios obispos del norte de Italia. Entre todos firmaban unos ciento treinta y seis y en las súplicas se señalaban las diversas dificultades y la inoportunidad de la definición según su punto de vista. El cardenal Schwarzenberg presentó las cinco peticiones acompañadas de una carta a la Congregación de los postulados, pero no al Papa. Esta recibió las súplicas y, por unanimidad, salvo el propio Rauscher, resolvió, el 9 de febrero, recomendar a Pío IX la aceptación de las peticiones para la definición dogmática, firmadas por más de cuatrocientos Padres. Los monseñores Manning y Senestrey habían trabajado incansablemente para preparar la definición. Don Bosco ardía en el mismo celo. Había decidido estar retirado lo más posible para evitar toda demostración de afecto y reverencia por parte de sus amigos; no aceptar invitaciones para visitas a comunidades o para predicar; excusarse, por cuanto podía, de ir a bendecir enfermos. Decía que todo esto era un verdadero obstáculo en aquellas circunstancias, en las que todos estaban ocupados en el Concilio. Sugeríale también aquella reserva el interés de la Iglesia Católica, pues quería dedicar su actividad al triunfo de un dogma querido por el Señor. Apenas llegó a Roma se enteró por monseñor Manacorda de que el Sumo Pontífice había manifestado su disgusto porque monseñor Gastaldi se había declarado en favor de las opiniones de Dupanloup, especialmente respeto a la inoportunidad de la definición. El Obispo de Orleáns había expuesto al Obispo de Saluzzo, fácil a las fuertes impresiones, las dolorosas ((**It9.796**)) consecuencias religiosas y políticas (**Es9.708**))
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