((**Es9.694**)
sus deseos, empezó también, y aún seguía, una
excitación hostil entre los enemigos de la
Iglesia. Los periódicos católicos liberales de
Francia se alinearon decididamente con galicanos y
jansenistas, contra la definición de la
infalibilidad. Las desafortunadas publicaciones de
Janus, Gratry, monseñor Maret y Dupanloup hacían
lo demás.
((**It9.778**)) Lo
mismo acontecía en Alemania. El teólogo Juan
D”llinger la combatía en el Allgemeine Zeitung y
difundía además por todas partes, durante el
Concilio, libelos llenos de observaciones falsas,
heréticas y calumniosas. Le hacían eco periódicos,
folletos, opúsculos e innumerables mamotretos que
atizaban el fuego por Alemania y Suiza con
extraños cuentos. Católicos indignos amenazaban
con su separación de Roma.
El hecho se repetía en Austria, en Hungría y en
Inglaterra; y, en vez de disminuir, la agitación
iba en aumento. Los políticos excitaban las Cortes
y los Ministerios, por miedo a que se reafirmara
la autoridad de la Iglesia sin dependencia del
Estado: y llegó al Vaticano alguna nota
diplomática.
Sin embargo, pese a que antes del Concilio se
hubiera hablado y escrito tanto, en defensa de la
infalibilidad, el Papa no había hecho incluir
todavía este asunto en los esquemas de la
constitución de Ecclesia, o sea en los temas que
se debían tratar por los Padres.
Mas los incrédulos y masones, devorados por la
exasperación y la inquietud, al ver que la Iglesia
seguía llena de vida después de tantas
persecuciones, convocaron un Conciliábulo
anticatólico en Nápoles, en nombre del libre
pensamiento, para organizar una guerra a muerte
contra el Papa y el Papado. Resonaban en él las
más horrendas blasfemias. José Carducci publicaba
un himno a Satanás. El mundo protestante,
cismático y sectario metía ruido agitado por
pasiones anticristianas.
Entre tanto, se decretaba en las logias
masónicas emplear todos los medios para sembrar la
discordia entre el episcopado y las sociedades
católicas, y lo lograron en parte. Don Bosco se
dio cuenta de ello y se afligió mucho al saber que
varios obispos se declararon contra la oportunidad
de la definición. Antes de la apertura del
Concilio, llegó al Piamonte monseñor Dupanloup,
obispo de Orleáns, no sólo acérrimo defensor de la
inoportunidad de la definición, sino más bien
((**It9.779**))
contrario, en este punto, a toda la doctrina
católica. Visitó a varios obispos para ganarlos
como aliados en sus planes de oposición, y
estuvieron entre ellos monseñor Sola, obispo de
Niza, monseñor Losana, obispo de Biella, monseñor
Moreno, obispo de Ivrea, monseñor Renaldi, obispo
de Pinerolo, monseñor Gastaldi,
(**Es9.694**))
<Anterior: 9. 693><Siguiente: 9. 695>