((**Es9.670**)
-Excelencia, no los conozco a todos; diríjase a
don Bosco; yo no escribo.
-íEntonces escribiré yo!
Y tomó la pluma esperando a que Cagliero le
dictase; pero Cagliero siguió mudo como un tumba.
El Arzobispo insistía; escribió el nombre de don
Bosco y, mirando al Diácono, exclamó:
-Don Bosco... >>y después?..
Cagliero seguía en silencio. Entonces Monseñor
reemprendió la escritura exclamando:
-Don Pablo Albera... que es de don Bosco, más
que don Bosco mismo.
Pero, al ver que Cagliero seguía siempre en
silencio, se levantó y le dijo:
-Bueno, si es así, ímarchaos!
El Diácono se despidió del Arzobispo, volvió al
Oratorio y habló con don Bosco, quien escribió la
siguiente carta, que él copió.
((**It9.751**))
Excelencia Reverendísima:
La reverencia y el respeto debidos a V. E. me
impidieron ayer por la tarde expresar lo que me
dictaba el corazón; sobre todo porque se trataba
de una deliberación sobre algo en lo que se me
había aconsejado proceder despacio antes de atarme
con vínculos definitivos.
Llegado a casa, después de haber rezado, me
pongo a la mesa y escribo lo que nace de mi
corazón, lo mismo que diría si me encontrara en
punto de muerte.
Digo, pues, que es mi deseo y determinación
pertenecer a la Congregación de San Francisco de
Sales.
Aquí vine de muchacho y, de no haber hallado
ayuda moral y material, ciertamente no habría
podido cursar los estudios y, en consecuencia, no
tendría este gran afecto al lugar y a las personas
de las que recibí el pan de la ciencia y de la
moralidad. Don Bosco me ha dejado siempre en
libertad y yo, aunque pertenezco en cuerpo y alma
a la mencionada Congregación, sin embargo, nunca
me había pronunciado definitivamente, como quiero
hacerlo con el presente escrito.
Le suplico solamente que me permita unas
palabras. V. E. me repitió varias veces: Si yo
quería pertenecer a V. E., o al Oratorio. A este
propósito debo decirle que don Bosco, al explicar
las reglas de esta Congregación, constantemente
nos ha dicho que siempre fue guiado en todo por el
Arzobispo. En las Constituciones se dice que el
legítimo Superior es el Obispo de la Diócesis. Yo
mismo, en mi poquedad no he atendido más que a la
catequesis, a la escuela y al servicio de la
Iglesia; pero en todo siempre he creído que estas
obras eran bendecidas y aprobadas por V. E. En
efecto, en las últimas órdenes tuve la
satisfacción de ver que, de los veinticinco
ordenandos, más de veinte habían sido alumnos míos
en esta casa.
Por eso ruego a V. E. crea que siempre fue y es
todavía mi firme voluntad obedecer y someterme a
su plena voluntad y entregarme, por cuanto me sea
posible, al bien de la Diócesis, según las Reglas
de la Congregación Salesiana, que precisamente
mandan esto en los artículos 1.° y 3.° del
capítulo 8.
(**Es9.670**))
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