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Estos tienen además una firmísima voluntad de
pertenecer a la Congregación Salesiana, pero sin
hacer jamás nada que desdiga de la más escrupulosa
sumisión a V. E., y protestan que así han
entendido siempre el número arriba citado, tal y
como les fue constantemente explicado; que ellos
entienden dedicarse por cuanto les fuere posible a
enseñar catecismo, dar clase, cumplir los oficios
de la Iglesia, sin más finalidad que agradarle y
hacer todo el bien que puedan bajo las órdenes y
la más respetuosa obediencia a V. E., tal como lo
mandan las Reglas Salesianas.
Estos son sus comunes pensamientos. Por mi
parte, y haciendo honor a la verdad, he de decir
que mi parroquia, especialmente los muchachos,
desde que vinieron a Lanzo los sacerdotes y
clérigos Salesianos... (Añada el señor Vicario
cuanto in Domino judicaverit, juzgare en el
Señor).
Aquel examen, da pena decirlo, era una prueba
más de las dificultades que se querían poner a don
Bosco. El Arzobispo llegó al punto de amenazar con
la suspensión a los sacerdotes que vivieran en el
Oratorio sin pertenecer a la Congregación, cuando
no había ninguno que no fuese profeso, novicio o
aspirante.
El diácono José Cagliero de Castelnuovo de
Asti, novicio de la Pía Sociedad de San Francisco
de Sales, no había emitido todavía los votos.
Había entrado como alumno en el Oratorio, antes de
cumplir los catorce años de edad. Al acercarse el
momento de las ordenaciones sagradas, don Bosco le
envió al arzobispo Riccardi para rogarle si quería
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admitirle al Presbiterado. Monseñor le invitó a
declarar si quería pertenecer al clero de la
Diócesis o bien a la Congregación y, después de
exponer sus razones, concluyó:
-Os ordenaré, si me prometéis por escrito salir
del Oratorio.
Cagliero había escuchado en silencio; y el
Arzobispo tomando una pluma, se la puso entre los
dedos y le dijo:
-íEscribid!
El Diácono, que era de un natural algo brusco,
hombre de pocas palabras y resuelto, dejó caer la
pluma y respondió:
-No quiero.
Y replicó el Arzobispo:
-Entonces, si es así, resignaos a no recibir la
ordenación.
Y el Diácono replicó:
-íPaciencia: esperaré!
-Pero vamos a ver, replicó el Arzobispo al
verle impertérrito en su propósito; >>por qué
queréis estar con don Bosco? Además >>qué es
vuestra Congregación? >>Quiénes forman parte de la
misma? >>Cuántos sois?
-No lo sé.
-Escribid el nombre de todos sus miembros en
este pliego.
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