((**Es9.649**)
Carlos Buzzetti, que trabajó durante muchos
años para don Bosco y construyó el Santuario de
María Auxiliadora, y atendió después a la
construcción de otra iglesia en Turín, quejándose
de las dificultades que encontraba en esta última,
recordaba con placer a don Bosco y exclamaba:
-íUna sola palabra de don Bosco vale para mí
más que una letra de cambio! íYo estaría
dispuesto, por él, a encargarme de la construcción
de diez iglesias a la vez!
Cuando el Venerable organizaba trabajos o
suministros, avisaba que probablemente no podría
pagar enseguida, porque, como vivía de la caridad,
le tocaba también a él esperarla de la
Providencia; pero, a medida que se hallaba en
condiciones de hacerlo, pagaba sin ser requerido,
y, si no podía hacerlo de una sola vez, iba
pagando por entregas. A veces, ante deudas
elevadas, se humillaba, pidiendo si se le podía
condonar una parte a título de caridad en favor de
sus muchachos. Si no ((**It9.728**)) lo
lograba, pagaba hasta el último céntimo. Del mismo
modo cuando tenía que pagar a diversos acreedores,
si no podía cumplir con todos, prefería a los que
sabía que se encontraban en mayor necesidad y
tenían más derecho.
En fin, siempre hizo frente a sus compromisos,
aun cuando a pesar suyo, no pudiese a veces
cumplir con las fechas de vencimiento, y otras
tuviese que pedir nueva moratoria para cumplir con
el pago.
Pero la Virgen no dejaba de ayudarle. Llegaban
los donativos; venía el cartero y decía luego a
don Miguel Rúa:
-Qué admirable es la divina Providencia: casi
todos los donantes son personas que no nos
conocen, no nos han visto nunca y el Señor les
inspira que nos socorran: aquí tienes billetes de
Francia, de Bélgica, de Austria, de Alemania, de
Rusia. íQué reconocidos debemos estar a la divina
Providencia!
Todo lo esperaba de ella. Cuando estaba privado
de todo medio material, seguía tranquilo sin
recurrir a cálculo ninguno. El señor Bisio le
propuso un día cierto negocio ventajoso de compra
y venta, mas él lo rechazó, asegurándole que la
Providencia le ayudaría de otro modo.
Cuando podía, cumplía escrupulosamente con los
pagos, por miedo a que alguno tuviera que sufrir
un perjuicio por su retraso. Una vez le dijo José
Rossi que había llegado una cantidad y que se
debían pagar las provisiones hechas para el
Oratorio:
-Muy bien, le respondió don Bosco; vete
enseguida a pagar la deuda con ese dinero, porque
no es nuestro, sino de quien nos hizo las
provisiones.
(**Es9.649**))
<Anterior: 9. 648><Siguiente: 9. 650>