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podrá don Bosco pagar anticipadamente dichas dos
mil liras o retardarlas hasta la edad de los
treinta años, siempre que en su prudencia crea que
esto pueda resultar útil o conveniente a mis dos
dichos sobrinos>>.
Don Bosco se cuidó de los huérfanos y, como les
viera dotados de ingenio despejado y de buenas
cualidades morales, y también para secundar sus
deseos, les dedicó a los estudios de la carrera
eclesiástica, a la que mostraban inclinación.
Domingo hizo petición formal a don Bosco para
estudiar, diciendo que renunciaba a toda futura
compensación que pudiera exigir.
Así que el Venerable mantuvo a los dos hermanos
durante todos los estudios de latín, filosofía y
teología, sin percibir de ellos ninguna ganancia.
Llegaron a sacerdotes y el hermano mayor, César,
se quedó con nosotros hasta la muerte. El más
joven, Domingo, se insubordinó y quiso salir. Don
Bosco, que había logrado dotarle, antes de la
ordenación, de una patrimonio eclesiástico, le
permitió que se agregara al clero diocesano.
Domingo, que salió pocos días antes de cumplir
los veinticinco años, exigió las cien liras de
pensión anual y las otras dos mil, pero don Bosco
no cedió a la petición, esperando que se aviniera
a mejores razones.
Hay que notar que los bienes dejados en la
herencia a don Bosco consistían en unas humildes
casitas, cuyo valor en conjunto no pasaba de las
cincuenta mil liras, aun cuando muchos años
después se hayan vendido a un precio discreto, al
ser expropiadas por el Gobierno para la
construcción de un parque de artillería. Pero era
una realidad que el Venerable había gastado
bastante más para la educación de los dos
hermanos, y aunque no fuera más que por eso,
juzgaba exorbitantes aquellas pretensiones.
Todos cuantos conocían bien el asunto
condividían cordialmente el disgusto por el modo
de proceder de don Domingo Bongiovanni. ((**It9.726**)) Así
monseñor Gastaldi, en una carta al teólogo Golzio,
Rector de la Residencia Sacerdotal de San
Francisco de Asís, donde don Domingo se encontraba
estudiando la Moral práctica, protestó seriamente
de que se hubiera permitido un pleito contra
persona tan respetable como era don Bosco.
El Venerable defendió, a través de procurador,
lo que estaba persuadido que era su derecho, sobre
todo porque Buzzetti, tutor de los huérfanos,
conocía y había indicado claramente las
intenciones de la testadora; y, acabada la
cuestión, con su ánimo suave y sereno, perdonó de
corazón a quien le había ocasionado daños y
disgustos.
(**Es9.647**))
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