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santos no piensan sólo en ellos. íQué corazón más
grande tiene don Bosco! No limita su pensamiento a
su Congregación; le basta que se haga el bien, sea
donde sea. Me hizo ver qué es lo que puede hacer
un sacerdote, que vive fuera de la Congregación,
me describió el amplio campo que fuera de ella
existe por cultivar. Yo estaba decidido a
marcharme y, aunque él no me ha dicho que me
quede, ahora yo no quiero salir del Oratorio.
Quiero esperar y ver si mi vocación puede ser la
de quedarme aquí.
Y estuvo todavía dos años en el Oratorio;
después se fue a una parroquia como vicario. Don
Julio Barberis escribía en su crónica: <>.
Los que habían asistido a los ejercicios,
volvieron todos a sus residencias, pero un dolor,
con anticipación previsto, afligía aquellos días a
don Bosco. El caballero Federico Oreglia di Santo
Stefano, después de nueve años pasados en la Pía
Sociedad, dejaba el Oratorio para entrar en la
Compañía de Jesús. Conocido como salesiano en gran
parte de Italia, apreciado por muchísimas familias
de la Península, trabajador incansable en las
obras de don Bosco, religioso edificante por su
fidelidad en el cumplimiento de sus deberes, podía
despertar con su salida asombro y habladurías en
el mundo, y una desagradable impresión en el
Oratorio.
El Caballero escribía humildemente a don Bosco.
V.J.M.J.
Turín, 19
de septiembre de 1869
Muy reverendo don Bosco:
Dentro de esta semana he de partir
definitivamente para mi nuevo destino: si es
ilusión, o si es verdad, creo que debo ((**It9.716**)) al
menos probarlo. Usted que creyó no podía aprobar
mi decisión, al menos tendrá que perdonarla y
considerarla simplemente como un acto que yo
cumplo para tranquilidad y descanso de mi
conciencia.
Me voy del Oratorio, donde he gozado, durante
más de nueve años, de su afecto y confianza, por
lo que puede estar bien seguro que siento toda la
amargura de la separación.
No me avergüenzo de decir, y me honraré
repitiéndolo siempre, que durante nueve años he
comido el pan de su caridad; que es muy poco lo
que he hecho para corresponder a su gran bondad
conmigo. Nunca fue por falta de voluntad.
Al dejar esa casa me voy con el peso, siempre
dulcísimo, de mis infinitas obligaciones con usted
y con todos los que fueron mis superiores y
compañeros. Ya que no puedo de otro modo ayudarle,
al menos me será grato reconocerme y manifestarme
(**Es9.638**))
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