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II
POBREZA
Para la mayor parte de los hombres, las
riquezas se convierten en espinas por las
angustias y fatigas que requiere su adquisición y
conservación. Son lazos por las injusticias que
hacen cometer, por la avaricia, por la dureza de
corazón con el prójimo; son un yugo que mantiene
al alma curvada hacia la tierra, le impide aspirar
a las cosas del cielo y no le deja para sí más que
el barro. La pobreza honesta no tiene
preocupaciones que la turben, no tiene
remordimientos que la angustien, está al seguro de
muchas tentaciones del demonio, es madre de todas
las virtudes, aspira al cielo y confía en el amor
del Señor que ha dicho:
-No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Pero no os angustiéis diciendo: qué vamos a
comer, qué vamos a beber o con qué nos vamos a
vestir... Vuestro Padre celestial ya sabe que
necesitáis todo eso. Buscad primero su reino y su
justicia y todas esas cosas se os darán por
añadidura. Así que no os preocupéis del mañana
(Mat. VI-31, 34).
La grandeza del valor de la pobreza la mostró
el Divino Salvador con su ejemplo: Paupertas non
inveniebatur in coelis, in terris abundabat; et
nesciebat homo pretium ejus. Hanc itaque Dei
Filius concupiscens, descendit ut eam eligat sibi,
et nobis faciat pretiosam. (No existía la pobreza
en el cielo, abundaba en la tierra y el hombre no
conocía su valor. Como el Hijo de Dios la deseaba,
descendió, la eligió para sí mismo y la hizo
preciosa para nosotros) (San Bernardo).
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Jesucristo nació, vivió, habitó, se alimentó y
murió pobre; in laboribus a juventute sua (en el
trabajo desde su juventud).
Y esta santa pobreza era tema continuo de la
doctrina que predicaba. Anunciaba a las multitudes
la necesidad de despegar el corazón de las cosas
de la tierra y se la imponía a los que invitaba a
ser sus apóstoles; y a los que le pedían que les
aceptara como discípulos para ir en su compañía,
les exigía que renunciaran a cuanto poseían, hasta
a sus familias.
Se presentó cierto día a Jesús un joven que,
arrodillándose, le preguntó:
-Maestro bueno, >>qué tengo que hacer para
alcanzar la vida eterna?
Y Jesús le respondió:
-Ya sabes los mandamientos: guárdalos.
-Maestro, los he guardado desde mi juventud.
Ante tal respuesta, Jesús le dio muestras de
gran afecto y le dijo:
-Sólo te falta una cosa, si quieres ser
perfecto: ve, vende cuanto tienes, dalo a los
pobres y tendrás un tesoro en el cielo; ven y
sígueme.
A estas palabras se entristeció el joven y se
marchó desconsolado; porque tenía muchas
posesiones. Y Jesús, mirando a su alrededor, dijo
a sus discípulos:
-íQué difícil es que los ricos entren en el
reino de Dios!
Y añadió, al verlos estupefactos por sus
palabras:
-íQué difícil es que entren en el Reino de los
cielos los que ponen su confianza en las riquezas!
(Marc. X y sig.). Es más fácil que un camello pase
por el ojo de la aguja, que el que un rico entre
en el Reino de Dios.
Oído esto, los discípulos quedaron sorprendidos
y decíanse los unos a los otros:
-Pues, >>quién se podrá salvar?
Jesús, mirándolos fijamente, les dijo:
-Para los hombres es imposible, mas no para
Dios, porque todo es posible para Dios.
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