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el fin del Concilio, para que éste no sea impedido
ni molestado por los enemigos de Dios y de la
Iglesia y para que se unan todos los cismáticos a
la Iglesia Católica, y los protestantes,
especialmente los de Inglaterra, vuelvan a la
unidad de la fe. A este fin sugería dos medios que
juzgaba muy eficaces para alcanzar el suspirado
propósito.
Sería algo laudabilísimo que -para las arriba
citadas oraciones se formaran entre todos los
fieles, especialmente los chicos y las chicas,
asociaciones entre ellos divididos en grupos de
diez y doce cada uno. Así se daría un testimonio
de de esperanza y de amor al glorioso y magnánimo
Pontífice, y a la santa Iglesia, nuestra dulcísima
madre.
A este fin nos encomendamos a nuestros
lectores, rogándoles se asocien. Los párrocos lo
inculquen a sus feligreses; los superiores de
centros a las personas a ellos subordinadas. Los
padres y madres de familia a sus dependientes. De
esta forma, además del buen efecto de la oración y
de la recepción de los santos sacramentos, se
obtendrá otra ventaja y es la de despertar y
mantener viva en el pueblo cristiano la fe en el
próximo Concilio, dispuestos los ánimos para
recibir después con docilidad los estatutos y
observar fielmente las leyes. (Véase pág. 164).
Hace ya casi dos años que se invitó a los
católicos a que hicieran el voto de querer
profesar, defender con palabras y escritos, y si
fuere preciso con la misma vida, la infalibilidad
personal del Papa, aun cuando no haya sido
declarada verdad de fe, lo mismo que solían hacer
los buenos católicos respecto a la Inmaculada
Concepción de María, antes de la solemne
definición, realizada por el reinante e inmortal
Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Aprovechamos con
gusto esta propicia ocasión para dirigir a
nuestros lectores esta invitación; más aún, les
animamos cordialmente a hacer este voto, en honor
de Jesucristo y de su Vicario en la tierra, para
conseguir mayores méritos en el cielo, rogando al
mismo tiempo a Dios misericordioso que haga de
modo que pronto sea declarada solemnemente tan
hermosa verdad como dogma de fe. (Véase pág. 59).
Creemos que don Bosco hizo estos votos.
Al final del folleto citaba don Bosco las
palabras del Cardenal Arzobispo de Dublín: <>.
Y después de haber reseñado las desgracias, los
desórdenes de las diversas ((**It9.684**)) partes
del mundo, se detiene en Italia y continúa:
<>qué
vemos?... Por todas partes reina la confusión.
Sólo un rincón de las tierras itálicas se ve libre
de tanta calamidad. En este rincón reina un
venerando anciano (el Papa), no quebrantado
todavía por los años, ni debilitado por angustias
y dolores; un anciano, que en su estrecho y
empobrecido reino sabe ciertamente mantener la
paz; sabe dar al mundo un ejemplo de invencible
constancia y defender los derechos de la sociedad
y de la
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