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conversaciones entre un párroco y un joven
feligrés, por el sacerdote Juan Bosco.
La introducción dice así:
Viven todavía en una aldea del Piamonte dos
hermanos jóvenes, pertenecientes a una familia
acomodada. El mayor se llama Enrique, y Tomás el
menor. El primero estuvo algún tiempo en la ciudad
y tuvo la desgracia de aficionarse a las malas
lecturas y contraer perversas amistades. Volvió al
seno de la familia, donde pretendía ser un sabio y
algo grande. De todo quería hablar, con ((**It9.682**)) todos
entablaba disputas. Pero, como toda su sabiduría
procedía de periódicos seductores y novelas,
resultaba que en sus conversaciones, sobre todo en
materia de religión, soltaba a cada momento los
más descomunales disparates. Le gustaba sostener
acaloradas disputas con su hermano Tomás, joven de
unos dieciocho años, de carácter alegre y que, si
bien no había hecho tantos estudios como Enrique,
sin embargo, conocía mejor que él los temas
religiosos. Con el estudio del catecismo, la
lectura de libros buenos, que le gustaban
muchísimo, y la asiduidad a las instrucciones
parroquiales, Tomas se había capacitado para
responder a diversas preguntas y resolver con
desenvoltura y claridad muchas de las dificultades
que le presentaba su hermano, a quien, con
frecuencia, tapaba la boca y le hacía sonrojarse.
Pero un día del pasado invierno, Enrique llevó la
conversación a la Iglesia y al próximo concilio
ecuménico, y empezó a disparatar horriblemente.
Tomás supo, al principio, responderle a tono;
pero, luego, mal de su grado, arrollado por un
montón de preguntas nunca oídas e insidiosas, se
vio acorralado. Por la tarde de aquel mismo día
acudió el buen muchacho, como oveja que busca
buenos pastos, a casa de su querido párroco, con
quien sostuvo las siguientes conversaciones.
Sólo a manera de índice, diremos unas palabras
sobre el desarrollo de las mismas. Tratan los
temas siguientes:
Qué son los Concilios y su utilidad.-Quién
puede convocarlos.-El Papa es superior al
Concilio: en los temas de fe y de moral es
infalible por sí mismo.-Infalibilidad y autoridad
del Concilio general si está unido al Papa.-Las
definiciones y leyes de un Concilio obligan por sí
mismas a los cristianos.-Breve relación histórica
de los distintos Concilios Ecuménicos.-El Concilio
Vaticano I y las graves razones que movieron al
Papa a convocarlo.
En estas páginas resplandece el ardiente amor
que don Bosco profesaba al Papa y a la Iglesia. El
hace votos para que la infalibilidad doctrinal del
Romano Pontífice, si bien conocida y certísima,
sea declarada dogma de fe en el próximo Concilio
para gloria de Dios y de su Iglesia, seguridad y
consuelo de los buenos, y para ornamento, de la
veneranda frente del sucesor de san Pedro, con una
nueva y más hermosa joya.
Propone oraciones particulares con la
invocación de María Auxiliadora, aconsejando a los
fieles que las reciten a diario, ((**It9.683**)) hasta
(**Es9.608**))
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