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-Sería una hipocresía, pues yo no creo en Dios,
ni en la Virgen, ni en la oración, ni en los
milagros.
El Venerable quedó un poco espantado ante aquel
acto de incredulidad y después, con la ayuda
divina, encontró palabras tan penetrantes, que el
médico se arrodilló y se santiguó.
-Me extraña, dijo, saber hacer todavía la señal
de la cruz; hace cuarenta años que no me había
santiguado.
Rezó, se confesó y, cuando se levantó, dijo que
se sentía cambiado interiormente y lleno de una
alegría como no se hubiera esperado. También
recuperó su salud externa y no tuvo que lamentar
ni un solo ataque de su mal, de modo que pudo
volver con frecuencia a dar gracias a María
Auxiliadora, que le había sanado de alma y cuerpo.
Acabadas las fiestas de María Auxiliadora, el
día 30 de mayo debía celebrarse en el colegio de
Lanzo la solemnidad de su patrono, san Felipe
Neri. La iglesia y el patio estaban engalanados
espléndidamente a la espera de don Bosco, que
debía ((**It9.652**)) llegar
el día 29 por la mañana. Por la tarde llegarían
también los cantores del Oratorio y la banda de
música. Los alumnos de Lanzo les esperaban con
entusiasmo indescriptible.
Pero no todos, con harta pena, podían
participar de la común alegría. Siete alumnos
estaban enfermos con viruelas; empezaba la
erupción de pústulas en algunos y en otros ya
estaban desarrolladas. Uno de ellos se acercó
imprudentemente al balcón, a pleno aire, cuando
las pústulas aún no estaban maduras, se desvaneció
la erupción y a fuerza de sudoríferos se iba
logrando hacerlas reaparecer. Los enfermos, por
orden del doctor Magnetti, estaban separados de
los compañeros, en una habitación caliente, cuya
puerta y ventanas se cerraban, además, con doble
cortina. Pero los enfermos, impacientes con el
encierro, habían trazado un plan:
-Don Bosco viene; ínos bendice, nos curamos y
disfrutaremos de la fiesta!
Y sin más, llamaron al Director y le pidieron
que acompañara a don Bosco hasta su habitación,
apenas llegara. Mientras tanto hicieron que
trajeran su ropa al pie de la cama.
Llegó don Bosco. Todos los alumnos salieron a
su encuentro aclamándolo. El Director tardó una
media hora en poder llevarlo hasta la enfermería.
Los enfermos enviaron un recado con urgente
insistencia. Don Bosco fue a visitarlos; y ellos,
tan pronto como le vieron, gritaron a una voz.
-íDon Bosco! Bendíganos, cúrenos.
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