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>>Preguntó entonces don Bosco a la tía y a la
sobrina, si tenían devoción y confianza en María
Santísima y, a su respuesta afirmativa, acompañó a
las dos hasta un reclinatorio e hizo que se
arrodillasen.
Preguntó a la niña si sabía rezar bien el
Avemaría, y al oír que sí, mandó que la recitara:
él y la buena anciana se asociaron a la plegaria.
Como oyera después que también sabía la Salve, se
la hizo recitar. Luego don Bosco, animando a las
dos a poner confianza grande y absoluta en la
Virgen, dio a la niña su bendición y, sacando del
bolsillo una medalla de María Auxiliadora, se la
presentó diciendo:
>>->>Qué tengo en la mano?
>>La tía se levantó enseguida y dijo a don
Bosco:
>>-Es ciega, >>sabe? íNo ve nada!
>>Don Bosco, sin hacerle caso, repitió a la
niña:
>>-Mira bien; >>qué tengo en la mano?
((**It9.647**)) >>Hizo
la niña un esfuerzo y, de repente, abriendo de par
en par los ojos, se fijó en aquel objeto, alzó las
manos y gritó:
>>-íYa veo!
>>->>Qué ves?
>>-íUna medalla, la medalla de la Virgen!
>>->>Y qué hay del otro lado?
>>-San José con una vara florida en la mano.
>>-íVirgen Santísima!, exclamó la tía; sí que
ve.
>>-Sí que veo. La Santísima Virgen me ha hecho
la gracia.
>>Y así diciendo, tendió la mano para asir la
medalla que don Bosco le alargaba, pero se le cayó
en un rincón oscuro de la sacristía. La tía se
inclinó para recogerla, mas don Bosco se opuso
diciéndole:
>>-Deje que lo haga ella; veremos si la
Santísima Virgen le ha concedido perfectamente la
vista.
>>Y la jovencita encontró enseguida la medalla.
La tía conmovida se echó a llorar. Dio las gracias
a don Bosco y a la Virgen y, siempre llorando, se
marchó. La jovencita, fuera de sí, gritando de
alegría, había salido antes que ella y, sin decir
una palabra a nadie, se iba a toda prisa hacia
Vinovo, dejando muy atrás a la tía y a otra señora
que les había acompañado.
>>Hubo muchos alumnos que presenciaron el
milagro y con ellos el sacerdote Alfonso
Scaravelli, Francisco Genta, de Chieri, y María
Artero, maestra de escuela>>.
La niña curada, volvió poco después al Oratorio
para dar gracias a la Santísima Virgen por la
recuperación de la vista y regalar a su iglesia la
mejor ofrenda que los medios familiares le
permitían. Desde entonces no experimentó la menor
molestia en los ojos y, aún
(**Es9.578**))
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