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por los malos compañeros, no produjo los frutos
que de él se espera ban. A pesar de ello fue
singular el reconocimiento que siempre profesó a
las personas, que trabajaron para colocarle en el
Oratorio. Un sueño tenido al principio de su
enfermedad le hizo volver sobre sí mismo, se
arrepintió del pasado, pidió perdón de él a Dios y
al Superior y, fortalecido con los santos
sacramentos, pasó a la otra vida en el ósculo del
Señor.
((**It9.636**)) Sucedió
lo siguiente. Estaba en el Oratorio este joven
aprendiz. Tenía diecisiete años. Una lenta
enfermedad minaba su cuerpo. El día 3 de mayo por
la mañana tenían que ir los músicos a un
pueblecito algo distante de Turín, para cantar en
las funciones religiosas del mismo. Como Adolfo
era muy experto en música y buen pianista,
convenía que no faltara. Dado que su enfermedad no
estaba aún muy avanzada, pidiéronle sus compañeros
que les acompañara y él condescendió. Se levantó
de la cama y fue a la estación. A la media hora de
viaje, atacóle el mal de tal modo que, al llegar
al pueblo, no se podía tener en pie. Algunos
compañeros le llevaron a una posada que
encontraron, donde le atendieron con esmero. Los
jóvenes cantaron, almorzaron, pero su alegría
estaba mermada por el pensamiento del compañero
que sufría. Al atardecer fue don Juan Cagliero a
pagar al posadero, hizo llevar al enfermo hasta el
tren y, casi una hora después, llegó a Turín. Fue
conducido en coche al Oratorio. De la portería a
la enfermería subió en brazos de sus compañeros.
Se metió en cama, llamaron al médico y él pidió
que rogaran a don Bosco que fuera a su lado,
porque tenía algo que decirle.
Fue don Bosco enseguida y, cuando estuvo junto
a él, díjole el joven:
-íDon Bosco, perdóneme! Se lo pido de corazón,
estoy arrepentido de veras.
-Bien, bien, Adolfo, respondióle don Bosco
afectuosamente; tranquilo, yo te perdono.
-Don Bosco, replicó el enfermo por segunda vez;
perdóneme, por favor.
-Sí, Adolfo, te lo repito, te perdono; pero
habla, di lo que quieras decirme.
-La otra noche, antes de partir para la fiesta,
tuve un sueño, que temo mucho va a cumplirse. Me
parecía ((**It9.637**)) estar a
su lado con muchos otros compañeros. Pero yo,
poquito a poco, empezaba a separarme de usted y,
cuanto más me alejaba, he aquí que un perro feroz
y rabioso, que me observaba de lejos, se acercaba
cada vez más
(**Es9.569**))
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