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tratándose de cosas de las que depende la futura
felicidad del hombre, es necesario sentar
principios claros, positivos, de los que se puedan
luego sacar consecuencias prácticas; porque, si
divagamos de uno a otro argumento, perdemos el
tiempo y construimos torres de Babel.
El deseo de la verdad, la caridad de Nuestro
Señor Jesucristo acompañe s nuestras palabras,
cualquier concepto nuestro. Yo haré de modo que no
se me escape una palabra contra el respeto que le
debo; si involuntariamente se me escapase alguna
cosa inoportuna, le ruego me llame la atención y
la retiraré con el mayor agrado.
Ruego a Dios que le haga feliz, mientras con el
debido aprecio tengo el honor de profesarme,
Su seguro servidor
JUAN BONETTI, Pbro.
Falta la fecha de estas cartas: y, por tanto,
no podemos precisar el año en que fueron escritas.
Sin embargo, no podíamos ((**It9.634**))
pasarlas por alto. >>No reflejan la exquisita
caridad, el celo ardiente y el amable buen gusto
de las de don Bosco?
Pero las atenciones de don Bosco se dirigían
especialmente a los hijos del pueblo de Turín,
contra los cuales tendían muchas insidias los
herejes, especialmente en las escuelas. No les
faltaba dinero a aquellos señores y su propaganda
no les costaba ningún trabajo.
El Venerable llamaba en su ayuda a las almas
buenas porque el Oratorio de San Luis Gonzaga y
sus escuelas corrían peligro de ser barridos.
En la ciudad de Turín, desde 1848, contiguo al
paseo de los Plátanos y gracias a un ventajoso
alquiler, se abrió un Oratorio festivo con patio
adjunto para recreo y escuelas para niños de la
clase pobre o menos acomodada del pueblo, los
cuales generalmente vagan por calles y plazas en
los días festivos con gran riesgo de su quebranto
espiritual.
Aumentó la importancia de esta institución en
1850, cuando los protestantes construyeron muy
cerca una iglesia con hospicio y escuelas. Porque,
gracias a Dios, que bendijo la labor, hubo siempre
gran afluencia de niños y también de mayores, al
extremo de que se deseaba ampliar el espacio. Todo
funcionaba satisfactoriamente: catequesis,
pláticas, misa, confesiones, escuelas, juegos de
toda clase, hasta que un día un incidente
inesperado puso en peligro el trabajo y las
esperanzas de todos. Porque con la prolongación de
una calle, llamada de San Pío V, quedó dividido
aquel lugar en dos partes, con la escuela a un
lado y la iglesia a otro.
De este modo el edificio y el patio de recreo
quedaron inservibles para nuestro objeto, y se
presentó la absoluta necesidad de proveer a
aquellas pobladísimas manzanas de casas, en cuyo
centro estaba la iglesia de los protestantes, de
otro local para los pobres muchachos expuestos
constantemente al peligro de la inmoralidad y de
la herejía. Se encontró un local tal y como se
deseaba, próximo al que habíamos usado
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