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((**Es9.567**) tratándose de cosas de las que depende la futura felicidad del hombre, es necesario sentar principios claros, positivos, de los que se puedan luego sacar consecuencias prácticas; porque, si divagamos de uno a otro argumento, perdemos el tiempo y construimos torres de Babel. El deseo de la verdad, la caridad de Nuestro Señor Jesucristo acompañe s nuestras palabras, cualquier concepto nuestro. Yo haré de modo que no se me escape una palabra contra el respeto que le debo; si involuntariamente se me escapase alguna cosa inoportuna, le ruego me llame la atención y la retiraré con el mayor agrado. Ruego a Dios que le haga feliz, mientras con el debido aprecio tengo el honor de profesarme, Su seguro servidor JUAN BONETTI, Pbro. Falta la fecha de estas cartas: y, por tanto, no podemos precisar el año en que fueron escritas. Sin embargo, no podíamos ((**It9.634**)) pasarlas por alto. >>No reflejan la exquisita caridad, el celo ardiente y el amable buen gusto de las de don Bosco? Pero las atenciones de don Bosco se dirigían especialmente a los hijos del pueblo de Turín, contra los cuales tendían muchas insidias los herejes, especialmente en las escuelas. No les faltaba dinero a aquellos señores y su propaganda no les costaba ningún trabajo. El Venerable llamaba en su ayuda a las almas buenas porque el Oratorio de San Luis Gonzaga y sus escuelas corrían peligro de ser barridos. En la ciudad de Turín, desde 1848, contiguo al paseo de los Plátanos y gracias a un ventajoso alquiler, se abrió un Oratorio festivo con patio adjunto para recreo y escuelas para niños de la clase pobre o menos acomodada del pueblo, los cuales generalmente vagan por calles y plazas en los días festivos con gran riesgo de su quebranto espiritual. Aumentó la importancia de esta institución en 1850, cuando los protestantes construyeron muy cerca una iglesia con hospicio y escuelas. Porque, gracias a Dios, que bendijo la labor, hubo siempre gran afluencia de niños y también de mayores, al extremo de que se deseaba ampliar el espacio. Todo funcionaba satisfactoriamente: catequesis, pláticas, misa, confesiones, escuelas, juegos de toda clase, hasta que un día un incidente inesperado puso en peligro el trabajo y las esperanzas de todos. Porque con la prolongación de una calle, llamada de San Pío V, quedó dividido aquel lugar en dos partes, con la escuela a un lado y la iglesia a otro. De este modo el edificio y el patio de recreo quedaron inservibles para nuestro objeto, y se presentó la absoluta necesidad de proveer a aquellas pobladísimas manzanas de casas, en cuyo centro estaba la iglesia de los protestantes, de otro local para los pobres muchachos expuestos constantemente al peligro de la inmoralidad y de la herejía. Se encontró un local tal y como se deseaba, próximo al que habíamos usado (**Es9.567**))
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