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((**Es9.565**) acostumbradas objeciones contra la Iglesia Católica. Don Juan Bonetti le respondió así: Muy señor mío: A través del señor Arcipreste de Pietra Marazzi he recibido el reciente 6 de abril su nuevo escrito. Lo he leído y, a la vista de las cuestiones que usted propone, será difícil agotarlas, si no es con muchos y grandes volúmenes. Para evitar confusiones y discutir dentro de unos límites razonables, de los que se puedan obtener lógicas y útiles consecuencias, conviene que nos atengamos a unos principios de donde parta la discusión. A mi parecer, todas las culpas que usted achaca a la Iglesia Romana se pueden reducir esencialmente a ésta. Que ella ha añadido a la palabra de Dios, que según usted mismo está contenida totalmente en la Biblia, tradiciones humanas, invenciones humanas; ha rechazado, en resumidas cuentas, esta máxima: que la Sagrada Escritura es la única regla de fe y de moral. Para concretar los términos de semejante discusión ante todo debemos examinar: 1.° >>De qué Biblia se sirve usted? >>Del texto original en que se escribieron los libros santos o bien de una traducción de los mismos? Y en tal caso >>de cuál y sobre qué texto se hizo? 2.° >>Cómo me demuestra la autenticidad de la Biblia, y que, por ejemplo, Mateo, Marcos, Lucas, Juan son los autores de los cuatro evangelios y no otros? 3.° Una vez me haya contestado, si le parece bien, hablaremos sobre la inspiración divina y sobre la interpretación de la Sagrada Escritura. Me ha inducido a proponerle este método de discusión, el haberme recordado usted al infeliz De-Sanctis, de quien se dice amigo íntimo. Sepa que el tal De-Sanctis sostuvo, después de su apostasía, varias conferencias religiosas con un sacerdote católico que vive todavía, muy conocido en toda Italia por su doctrina y su caridad, el cual recibió pruebas de particular aprecio de los Protestantes. En dichas conferencias se comenzó por la Biblia, como yo propongo, y terminó De-Sanctis dándose por convencido y dispuesto a volver a la Iglesia Católica; pero, únicamente por el triste motivo de la familia, no mantuvo su palabra. >>Quién sabe si ((**It9.632**)) una discusión lógica, imparcial sobre el mismo principio, pese a la firmeza con que usted se manifiesta que quiere perseverar en la secta evangélica, no termine por volverle a la Iglesia Católica, Apostólica, Romana de la que usted se ha alejado? Y, puesto que le escribo en el mes de mayo, cuando nosotros los católicos honramos especialmente a la augusta Madre del Salvador, le añado un consejo, una oración. íCuántas veces, también usted, habrá invocado a María sobre las rodillas de su madre! Pues bien, repita, una vez más, las palabras del ángel dirigidas a María: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres. Son palabras de un espíritu celestial y registradas en el evangelio, por el que profesa tanta veneración. Yo, entre tanto, aborreciendo sus errores, pero amando a su persona, no cesaré de rezar a Dios, para que le ilumine, y termino expresando mis deseos de que llegue un día en el que usted, en vez de repetir el apóstrofe del pobre De-Sanctis a Roma, con el que acaba su escrito, se goce exclamando con el gran Bossuet: <<íOh Iglesia Romana, santa Iglesia Romana, madre de todas las iglesias y madre de todos los fieles, nosotros estaremos siempre adheridos a tu unidad en lo más íntimo de nuestro corazón! Que se seque mi lengua y se quede inmóvil en mi boca, si no ocupas siempre (**Es9.565**))
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