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modo que el mismo familiar de Su Excelencia
rezongaba lamentándose de aquella desatención.
Al final de la comida, don Pablo Albera fue
presentado al Arzobispo. Tomóle éste de la mano,
le echó un brazo al cuello y, apretándole la
cabeza contra su pecho, empezó a decirle: ((**It9.628**))
-Vosotros no sabéis quién es vuestro Arzobispo, no
le queréis, sólo queréis a don Bosco: don Bosco lo
es todo para vosotros y no pensáis más que en él.
Don Pablo Albera contestó:
-Yo quiero a mi Arzobispo, pero si soy
sacerdote se lo debo...
El Arzobispo le interrumpió diciendo:
-Callad, callad. No puedo explicarme cómo
queréis tanto a don Bosco. >>Qué santidad es la
suya? Un sacerdote que se atreve a escribir a su
Obispo diciendo: que se extraña, porque le he
mandado que envíe a sus clérigos a estudiar el
cuarto año de Teología en el Seminario. Es un
soberbio, que no quiere estar sujeto. Quiere
fundar una Congregación para sustraerse a la
autoridad del Arzobispo. Si es santo, demuéstrelo
siendo obsequioso con su Superior.
A don Pablo Albera se le saltaron las lágrimas;
quería hablar, quería defender a don Bosco y
empezó a decir:
-Monseñor...
Pero el Arzobispo, atajándole, siguió diciendo:
-Callad, callad: he sabido por Roma que han
aprobado vuestra, así llamada, Congregación; pero
>>qué es esa vuestra Congregación? Es una miseria
y estoy convencido de que de aquí a diez años no
se hablará más de ella; no puede ser de otro modo.
íVeremos, veremos!
Y siguió voceando contra don Bosco.
Casi todos los presentes aprobaban lo que decía
el Arzobispo.
Don Pablo Albera, triste y dolorido, se encontraba
ante una nueva aflicción. Trató de soltarse, pero
no pudo; el brazo del Arzobispo lo tuvo apretado
durante los diez minutos que duró el coloquio.
Después, salió el Arzobispo hacia el coche,
acompañado por el clero, pero no dijo una palabra
a don Pablo Albera que le seguía respetuosamente.
Al informarse de lo sucedido, el Párroco, que
había estado ausente durante el coloquio, exclamó:
-Siento no haber estado presente, porque yo le
habría contestado y le habría dicho que don Bosco,
después ((**It9.629**)) de mi
recomendación, aún ahora mantiene, instruye y
educa en su Oratorio una decena de alumnos de mi
parroquia, los cuales dan esperanzas de llegar a
ser piadosos y celosos sacerdotes.
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