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don Bosco invitó a don Domingo Pestarino a que le
visitara en Valdocco y éste, algún mes más tarde,
se presentó en el Oratorio: se enamoró del
espíritu de la Pía Sociedad y rogó a don Bosco que
le aceptara entre sus hijos, ofreciéndose a sí
mismo con todos sus bienes. Don Bosco le aceptó,
pero como ya hemos dicho, quiso que continuase su
apostolado en el pueblo.
En abril de 1869 se habló positivamente de las
Hijas y de su santa vida y, también sin duda, de
la que precedía a todas por su buen ejemplo, es
decir, de María Mazzarello.
Esta admirable joven había nacido en mayo de
1837 de padres campesinos, verdaderos modelos de
vida cristiana, profundamente convencidos de sus
deberes con la prole. Con ellos creció, hecha un
modelo de obediencia filial. Su padre se llamaba
José y su madre María Magdalena Calcagno, de la
vecina parroquia de Tramontana.
((**It9.616**)) Los
primeros años de la niña transcurrieron dentro de
la sencillez y el trabajo de los campos. Cuando
cumplió los diez años, don Domingo Pestarino la
admitió a la primera comunión, y poco tiempo
después la autorizó para que comulgara todos los
domingos y después todos los días.
Hacia los quince años hizo voto de perpetua
virginidad y, aunque habitaba en una alquería
apartada, lo mismo en verano que en invierno,
hiciera el tiempo que hiciera, ella no dejaba de
asistir a la primera misa de la parroquia, y
volvía a casa a tiempo para empezar con los demás
las labores del campo. Tenía un brazo de hierro
para trabajar con la azada, y era incansable.
Acudía también a todas las tareas domésticas.
Rezaba siempre: le gustaban las lecturas
espirituales, la mortificación y el ayuno; era de
conciencia delicadísima. Encontraba sus delicias
en ir, cuando podía, a visitar a Jesús
Sacramentado.
A los diecisiete años entró a formar parte de
las Hijas de la Inmaculada; aún más, fue de las
cinco primeras que se adhirieron a la proposición
de la directora, Angela Maccagno, quien más tarde
vio aumentar el número hasta diecisiete.
En 1860, apareció el tifus en Mornese y toda la
familia de un tío de María cayó gravemente
enferma. Ella acudió en su ayuda y fue su asidua
enfermera durante un mes, con tanto celo que se
ganó el apodo de hermana de la caridad. Sus
enfermos curaron, pero al fin contrajo ella la
enfermedad y, casi durante dos meses, estuvo en
peligro de muerte. Su abandono en Dios edificó a
todo el pueblo.
Una vez curada, advirtió que había perdido sus
antiguas fuerzas y que no podía resistir el
trabajo en las viñas, por lo que, con permiso
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