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-Escuche, le respondió con dignidad el
Venerable; lo mismo que usted se ha permitido
criticar a hombres inocentes y beneméritos, en
presencia de tantas personas, creo que también yo
podré referir a esos mismos hombres, en privado,
lo que usted no temió decir de ellos públicamente.
-Le ruego no diga nada; sería mi ruina.
-Debemos ser justos; por lo mismo le respondo
francamente; no puedo asegurarle nada.
Insistía el Comendador con sus ruegos, pero don
Bosco se mantuvo firme y no quiso prometer nada;
aquél se retiró muy apesadumbrado.
El 19 de abril, al atardecer, llegó a Mornese.
Fue recibido con alegría por sus muchos amigos y,
según su costumbre cuando iba a cualquier
población, predicó, confesó y visitó a los
enfermos. Visitó también el amplio colegio en
construcción, destinado en el primer momento a los
jóvenes estudiantes, lejos todavía de estar
acabado, aunque ya hubiera muchas dependencias
habitables. Don Carlos Ghivarello había hecho los
planos y vigilaba la construcción. Los mornesinos
querían ver pronto cumplidos sus deseos, y seguían
prestando gratuitamente el transporte de
materiales en los días festivos. Don Domingo
Pestarino daba vino y merienda a los
transportistas y pienso a los borricos y a los
bueyes. Las hijas de María se desparramaban por
los viñedos y recogían piedras, que arrimaban
hasta el camino, adonde iban los carros a
cargarlas.
Don Bosco habló con don Domingo Pestarino sobre
el modo de acabar lo antes posible la grandiosa
construcción; la manera de superar alguna
dificultad financiera; de encargar a los
aprendices del Oratorio puertas, ventanas,
pupitres y herrajes; ((**It9.614**)) y de
mandar a su tiempo algún carpintero del Oratorio.
Parecía totalmente preocupado por la educación
de la juventud masculina; pero el conjunto de
acontecimientos que se siguió deja entender que en
su mente ya se maduraba el proyecto de reunir un
nuevo grupo de almas escogidas bajo el manto de
María Auxiliadora, que se ocuparan de las niñas.
Sabía la necesidad que había de ello. Eran
continuas las instancias, también de familias
buenas, que le pedían colocara a las muchachas en
algún instituto.
A tal fin había escrito, pocos días antes, una
carta a la Rvda. Madre Eudoxia, Superiora de las
Fieles Compañeras de Jesús, en Turín.
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