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También los colegios de don Bosco participaron
en la gran alegría filial, con comuniones
generales, músicas e iluminaciones.
((**It9.602**)) Así
ofrecía don Bosco a Pío IX el tributo de su
ardentísimo afecto con el que abrazaba en su
corazón a toda la Iglesia Católica.
Y no era el tributo de un día o de una solemnidad
especial, sino el de cada uno de los instantes de
su vida laboriosa, impregnada de celo, dispuesta a
los más arduos sacrificios. Y este afectuoso
homenaje era ilimitado, porque se extendía a cada
uno de los hijos del Sumo Pontífice, con quien
convivía, se avenía, se entretenía y se escribía.
En todos veneraba la imagen de Dios, el carácter
del cristiano sin preocupación de la clase social
a que pertenecieran.
Cerramos este capítulo con una carta que
escribía a la señora Rosa Gnecco, calle Julia, 21
- Génova.
Apreciadísima Señora:
Bendito sea siempre el Señor, cuando nos da
consuelos y cuando nos envía aflicciones. Recemos
con fe y esperemos. Si no es contra el bien del
alma, Dios nos concederá cuanto pedimos.
Rece cada día: tres padrenuestros, avemarías y
glorias al Santísimo Sacramento y una salve a la
Virgen. Yo pediré también en la santa misa; Dios
es un buen Padre.
Dios ha concedido ya muchos favores a los que
prometen hacer una limosna para continuar los
trabajos de la iglesia aquí dedicada a María
Auxiliadora.
Descienda todo bien sobre usted y sobre las
personas que me recomienda. Ruegue también por mí,
que me profeso de V. S.
Turín, 14 de abril de 1869.
Afmo. y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
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