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cuando los parientes vieron cumplidos sus deseos,
mandaron decir a don Bosco:
-Le ofrecemos las tres mil liras; pero, para
don Bosco sólo mil;
las otras dos mil queremos que se repartan entre
el óbolo de san Pedro y tal obra de caridad.
La enferma empeoró nuevamente.
-Y íahora está muerta!, añadió el caballero
Oreglia que se hallaba presente.
Esta narración recordó otro hecho acaecido
algún año antes.
El amor al dinero está más arraigado en el
corazón de los ricos que en el de los pobres. Una
señora de ochenta años, riquísima, enferma,
confortada ya con los Sacramentos, llena de miedo,
al verse próxima a la muerte, mandó llamar a don
Bosco, pidiéndole, con vivas instancias, la gracia
de la curación.
-Sí, contestó don Bosco, la Virgen le concederá
la gracia, con tal de que esté usted dispuesta a
hacer una limosna abundante para la iglesia, que
se construye en su honor en Valdocco.
->>Y cuánto tengo que dar?
-Lo que quiera; usted verá. Yo no puedo fijar
la cantidad. Dé lo que, sin grave incomodidad, sea
realmente proporcionado a sus bienes, y de manera
que pueda llamarse sacrificio.
-Indíquemelo usted.
-Le repito lo que he dicho. Haga de modo que la
Virgen conozca que usted hace un donativo con amor
y desinterés. Comprenda que, en este estado, no
habiendo ya nada que esperar de los hombres, todo
se debe esperar de Dios. Considere la gravedad de
su mal y su avanzada edad. ((**It9.579**)) Piense
que, estando a punto de dejarlo todo para siempre,
para conservarlo se puede sacrificar alguna cosa
que tenga un valor no despreciable.
-Pero yo no sé qué hacer por su iglesia.
-Ya que quiere un consejo, le diré que podría
encargarse de la construcción de un altar para las
capillas laterales.
->>Y cuánto costaría este altar?
-No sé decirle con precisión. De seis a ocho
mil liras.
->>Ocho mil liras? Es demasiado; no puedo.
-He dicho lo que me parecía, porque me lo ha
preguntado. Yo no conozco su fortuna. Haga lo que
pueda. Aunque no diera más que un centavo, si eso
está de acuerdo con sus posibles, la Virgen le
concederá la gracia.
-Bueno, lo pensaré.
Don Bosco salió de aquella casa, harto de tanta
avaricia. Entre
(**Es9.522**))
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