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la misa y pronunciar el panegírico y monseñor
Balma a dar la bendición. Para estos personajes y
algunos más se preparó comedor aparte.
>>Lo extraordinario de la fiesta fue que el
conde Viancino cumplió la promesa por una gracia
recibida. Una semana antes había venido a
encomendarse a las oraciones del Oratorio para
poder cobrar un crédito considerable, ((**It9.562**)) que ya
daba casi por perdido, prometiendo la décima parte
a María Auxiliadora, si lo lograba. Al día
siguiente de la promesa recibió aviso para ir a
correos. Allí se encontró con una carta atentísima
de su deudor, en la que incluía el total de la
deuda más los intereses que hacía algunos años no
había pagado, y todo acompañado de expresiones de
la más sincera amistad y agradecimiento>>.
Después de la comida, alrededor de las dos y
media, se reunieron los alumnos en el salón de
estudio, muy adornado, para celebrar la llegada de
don Bosco. A la derecha de nuestro buen Padre,
sentóse monseñor Balma; a la izquierda, algunos
sacerdotes de la casa y forasteros, don Mateo
Picco, el reverendo Pechenino y varios clérigos. A
la derecha de monseñor Balma, el barón Bianco de
Barbania, el conde Viancino y otros ilustres
personajes. El acto duró una hora y media. Se
cantó un himno con música de don Juan Cagliero,
acompañado por la banda; se leyeron varias
composiciones de ocasión en prosa y en verso, en
piamontés y en italiano, se representó un diálogo
y Gastini interpretó su número cómico. Seis
muchachos, vestidos al estilo calabrés, cantaron
la canción napolitana Nuia portammo la musica
bella, que fue muy aplaudida.
Terminado el acto, habló don Bosco:
-Todo lo que habéis manifestado no me pertenece
a mí, sino a monseñor Balma, aquí presente, y a
los demás bienhechores. Yo debería ser el último,
porque son ellos los que concurrieron con sus
limosnas, y al intervenir con su presencia
hicieron más brillante esta fiesta. Os agradezco
las oraciones que habéis hecho durante mi
ausencia; Dios las escuchó, y gracias a ellas se
han obtenido muchos favores, como después os diré.
Ahora demos muchas gracias a Jesús Sacramentado.
Y de allí fueron a la iglesia, donde cantaron
los alumnos las vísperas solemnes. El maestro
Beatrice cantó el Avemaría antes de la bendición.
Por la noche, hubo rifa e iluminación. En todas
las ventanas interiores de la casa y sobre las
barandillas brillaban luces formando dibujos e
inscripciones en honor de San Francisco de Sales
((**It9.563**)) y
(**Es9.508**))
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