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hay un local: mirad si os conviene y ved, entre
tanto, si es cosa fácil poneros de acuerdo con el
propietario.
Y con diligente bondad continuó diciéndole el
Padre Santo que si se podía resolver esta compra,
deseaba que aquel mismo año se establecieran allí
algunos sacerdotes y clérigos salesianos enviados
desde Turín, para estudiar Filosofía y Teología en
la Minerva ((**It9.532**)) y en la
Gregoriana. Una vez obtenido el doctorado,
volverían al Oratorio para dar clase. Cesarían así
las exigencias del Arzobispo de Turín y íel mismo
Papa, por medio de su Vicario, conferiría las
órdenes sagradas a los hijos de don Bosco!
El Venerable aceptó con gratitud la proposición
y, después de una larga exposición sobre el estado
de la Pía Sociedad, presentó al Padre Santo el
vivo deseo de muchos fieles de que se erigiera
canónicamente una Cofradía en la iglesia de María
Auxiliadora. Le dijo que presentara los estatutos
al Arzobispo de Turín y solicitara la erección
canónica: y a continuación suplicaba al Padre
Santo que enriqueciera aquella obra con algunas
indulgencias. El Papa asintió complacido.
Le presentó aún una petición de condecoraciones
para algunos insignes eclesiásticos y el Papa
acogió también benévolamente la súplica.
Al fin Pío IX le regaló una cajita llena de
crucifijos, enriquecidos con cuatrocientos días de
indulgencia cada vez que se besaran, o se diesen a
besar a otros.
Don Bosco subió al Quirinal para visitar San
Cayo. El lugar indicado por el Papa pertenecía al
Monasterio de la Encarnación, llamado de las
Barberinas, por ser fundación de la excelentísima
casa Barberini, que tenía el Patronato. Comprendía
dos grandes cuerpos de edificios: uno de ellos,
vacío desde hacía tiempo, era adecuado para la
obra de don Bosco. Tenía aneja la iglesia y un
amplísimo solar, donde se podían levantar otros
edificios.
Por aquellos días había permitido el
Ayuntamiento de Turín a los centros benéficos
poner en la plaza del Castillo una especie de
feria para vender, durante los últimos días de
Carnaval, cuanto creyeren oportuno en favor de sus
asilados.
Había sido don Bosco el inspirador de la idea.
Era el carnaval de Turín de aquellos tiempos el
más decoroso, tranquilo y divertido de toda
Italia. Existía una Comisión a propósito con
plenos poderes y guardias a sus órdenes para velar
((**It9.533**)) por el
orden, la moral y el respeto a toda clase de
personas.
Ya antes de salir para Roma, don Bosco había
dicho a los de
(**Es9.483**))
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