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a varios de sus hijos y nietos fallecidos.
Acompañé a don Bosco a celebrar la misa en casa de
este señor. El chico estaba en cama. Después de la
misa se acercó don Bosco al niño, Carlitos, y
pidió detalles de la enfermedad.
-Don Bosco, dijeron la madre, el tío y la tía;
ísi al menos pudiéramos quedarnos con éste!...
-Recemos a María Auxiliadora, contestó don
Bosco; que Carlitos sea bueno y esté seguro de que
se salvará.
Luego le dio la bendición, le impuso las manos,
le entregó una medalla y marchamos.
Al día siguiente Carlitos estaba muy bien y
sigue estándolo. Deo gratias.
Tendría otros hechos, amigo mío, pero apenas si
puedo escribir; he estado en cama toda la semana
pasada. Espero escribir mejor otra vez. Ruegue por
mí. Le saludo mucho, mucho, de todo corazón y
también en nombre de don Bosco. Salude a los
padres Provera y Cerruti y a todos esos queridos y
buenos sacerdotes, clérigos y jóvenes, etc.
Los mayores detalles de los prodigiosos sucesos
referidos están sacados de memorias
contemporáneas, o sea, de los amplios resúmenes
que algunos hermanos tomaron de la conferencia que
el mismo don Bosco les dio a su vuelta. Es
increíble la íntima familiaridad paterna con la
que el Venerable hablaba a los primeros reclutas
de su Pía Sociedad, que necesitaban ser
estimulados fuertemente.
También don Miguel Rúa escribía, con fecha 7 de
marzo, en su crónica:
Aquella noche reunió don Bosco a los miembros
de la Sociedad y les contó el éxito del viaje a
Roma, favorable por encima de toda esperanza.
Había ido allí contra el parecer de varios
personajes que le apreciaban y creían que no
resolvería nada. Sin embargo, confiado en María
Auxiliadora y respetando sus consejos, él no dejó
de hacer cuanto le parecía sugerido por el Señor.
Llegado allí, fue recibido por diversas
personas de mucha importancia, entre otras por el
conde Berardi, sobrino del Cardenal. Este tenía un
hijo enfermo con fiebres tifoideas y sin ninguna
esperanza de salvación. Al saber que tenía que
llegar don Bosco salió a su encuentro para que
fuera enseguida a visitar al niño y le bendijese
encomendándole a María Auxiliadora. Así lo hizo
don Bosco y sugirió a la familia que empezase una
novena a María Auxiliadora. Al tercer ((**It9.524**)) día de
la novena mejoró tanto el niño que se encontraba
fuera de peligro. Y rápidamente se repuso por
completo. En cuanto supo esto el Cardenal, dio las
gracias a don Bosco y se sintió tan bien dispuesto
en su favor que prometió hacer cuanto pudiera para
la Congregación. El éxito de los asuntos dependía,
en gran parte, del cardenal Antonelli: fue don
Bosco a visitarle y le encontró víctima de un
ataque de gota:
-La última vez que os vi, queridísimo don
Bosco, dijo el Cardenal, hice que encomendarais a
María Auxiliadora y me sentí aliviado; ahora estoy
de nuevo atormentado por mi enfermedad.
-Eminencia, ayúdeme en mis asuntos y yo le
garantizo que, desde mañana, estará mejor y podrá
ir a ver al Pontífice para promover mi causa.
->>Pero cómo podrá ser eso?
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