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curado. Se presentó al Padre Santo, le contó la
visita que le había hecho don Bosco y se declaró
favorable a la concesión de los favores pedidos
por el Siervo de Dios, dispuesto a secundar las
intenciones del Pontífice, sin preocuparse de
otras opiniones. Por la tarde fue a visitar a don
Bosco, le prometió su ayuda y añadió que le
tendría al corriente de las dificultades ((**It9.522**)) que
pudieran surgir contra la aprobación de su
Instituto, y que él haría todo lo necesario para
superarlas.
Las gracias que María Auxiliadora concedió a
los cardenales Berardi y Antonelli y a monseñor
Svegliati reconciliaron a don Bosco con sus
adversarios, enfervorizaron a los amigos tibios y
confirmaron en su resolución al Sumo Pontífice,
que veía en el Venerable al enviado de Dios, al
ejecutor de sus designios, al realizador de sus
prodigios.
Monseñor Manacorda notificaba el 31 de enero,
algunos de éstos al Profesor don Juan Bonetti,
Director del seminario menor de Mirabello.
Hubiera yo escrito antes alguna carta a los
queridos hijos de don Bosco en Mirabello, dándoles
noticias de la venida y estancia de su Padre en
Roma; mas no lo quiso así nuestro Padre Celeste:
ésta fue la única y más que suficiente razón por
la que me abstuve. Heme ahora aquí ante los
hechos.
Y después de describir la llegada de don Bosco
a Roma, el recibimiento, la invitación del
cardenal Berardi para ir a visitar al hijo único
de su hermano, el muchachito enfermo de quien ya
hemos hablado, proseguía:
Mientras el cardenal Berardi estaba impaciente
por ver en su casa a nuestro bienvenido don Bosco
y ponerlo ante su sobrino casi moribundo... ídon
Bosco no fue hasta dos días después! Le encontró
muy mal y a toda la familia desolada.
-Parece ser, dijo don Bosco, que todo remedio
humano resultaría inútil para este muchachito;
pero no así la protección de la Santísima Virgen
Auxiliadora. íHagamos una novena!
Puede usted comprender, querido padre Bonetti,
que hablar de una novena junto al lecho de uno,
casi deshauciado por todos, es algo que ensancha
un poco el corazón. Rezaron todos con don Bosco,
el cual terminó dando la bendición al jovencito, y
con unas palabras, que animaron la esperanza de
toda la familia y causaron gran alegría, díjole:
-Quiero que hagamos un pacto entre los dos:
cuando hayas curado, me llevarás de paseo en tu
coche lejos de casa. Ya fijaremos el día.
Al día siguiente estaba el muchacho sin fiebre
y, al terminar la novena, salía de casa sano y
salvo.
Otro hecho. El abogado Ignacio Bertarello
deseaba grandemente ((**It9.523**)) conocer
a don Bosco y confiaba en que una visita suya
curaría a su único nieto, que sobrevivía
(**Es9.474**))
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