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((**Es9.474**) curado. Se presentó al Padre Santo, le contó la visita que le había hecho don Bosco y se declaró favorable a la concesión de los favores pedidos por el Siervo de Dios, dispuesto a secundar las intenciones del Pontífice, sin preocuparse de otras opiniones. Por la tarde fue a visitar a don Bosco, le prometió su ayuda y añadió que le tendría al corriente de las dificultades ((**It9.522**)) que pudieran surgir contra la aprobación de su Instituto, y que él haría todo lo necesario para superarlas. Las gracias que María Auxiliadora concedió a los cardenales Berardi y Antonelli y a monseñor Svegliati reconciliaron a don Bosco con sus adversarios, enfervorizaron a los amigos tibios y confirmaron en su resolución al Sumo Pontífice, que veía en el Venerable al enviado de Dios, al ejecutor de sus designios, al realizador de sus prodigios. Monseñor Manacorda notificaba el 31 de enero, algunos de éstos al Profesor don Juan Bonetti, Director del seminario menor de Mirabello. Hubiera yo escrito antes alguna carta a los queridos hijos de don Bosco en Mirabello, dándoles noticias de la venida y estancia de su Padre en Roma; mas no lo quiso así nuestro Padre Celeste: ésta fue la única y más que suficiente razón por la que me abstuve. Heme ahora aquí ante los hechos. Y después de describir la llegada de don Bosco a Roma, el recibimiento, la invitación del cardenal Berardi para ir a visitar al hijo único de su hermano, el muchachito enfermo de quien ya hemos hablado, proseguía: Mientras el cardenal Berardi estaba impaciente por ver en su casa a nuestro bienvenido don Bosco y ponerlo ante su sobrino casi moribundo... ídon Bosco no fue hasta dos días después! Le encontró muy mal y a toda la familia desolada. -Parece ser, dijo don Bosco, que todo remedio humano resultaría inútil para este muchachito; pero no así la protección de la Santísima Virgen Auxiliadora. íHagamos una novena! Puede usted comprender, querido padre Bonetti, que hablar de una novena junto al lecho de uno, casi deshauciado por todos, es algo que ensancha un poco el corazón. Rezaron todos con don Bosco, el cual terminó dando la bendición al jovencito, y con unas palabras, que animaron la esperanza de toda la familia y causaron gran alegría, díjole: -Quiero que hagamos un pacto entre los dos: cuando hayas curado, me llevarás de paseo en tu coche lejos de casa. Ya fijaremos el día. Al día siguiente estaba el muchacho sin fiebre y, al terminar la novena, salía de casa sano y salvo. Otro hecho. El abogado Ignacio Bertarello deseaba grandemente ((**It9.523**)) conocer a don Bosco y confiaba en que una visita suya curaría a su único nieto, que sobrevivía (**Es9.474**))
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