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A don Bosco le había dicho:
-Ganaos a monseñor Svegliati: es el que más se
opone, si lo lográis, todo está allanado.
El mismo consejo le habían repetido los
cardenales Antonelli y Berardi. Y don Bosco se
decidió a ir a visitarlo a su casa. Este prelado,
por su mismo cargo, se había opuesto siempre a la
aprobación de la Pía Sociedad, siguiendo el querer
de un alto personaje superior suyo. Pero todo
dependía de él, que debía formular el voto, y él
estaba firme en que ninguna sociedad religiosa
pudiese ser aprobada con los privilegios que se
pedían.
Don Bosco le encontró sufriendo los primeros
accesos de una seria pulmonía, de modo que no
podía salir de casa y estaba echado en un sofá.
-Necesito su ayuda, díjole don Bosco, apenas
entró. He venido para el asunto que Vos sabéis;
desearía que me allanase las dificultades que
surgen contra la ((**It9.521**))
aprobación de la Sociedad de San Francisco de
Sales y, por tanto, que fuese al Padre Santo y
mediase en mi favor.
-Don Bosco, es algo muy serio y grave; además
no sé cuándo podré ir a la audiencia,
encontrándome como usted me ve.
-Sin embargo, yo necesito que Vos vayáis
enseguida a ver a Su Santidad.
->>Y cómo quiere que vaya con esta tos tan
violenta?
-Se lo suplico, haga este esfuerzo.
-Bueno, procuraré ir el sábado en coche.
-Ah, no; vaya mañana, y a pie.
Sorprendido Monseñor, miróle fijamente y dijo:
-Sí; pero... es demasiado pronto.
-Encomiéndese a la Virgen; prometa interesarse
por la Pía Sociedad de San Francisco de Sales y
hablar en favor de su aprobación, y yo le prometo
que sanará.
-Pero... >>y si me pongo peor?
-Vaya, tenga fe viva en María Auxiliadora y
curará.
-Si me lo asegura, voy.
->>Cuándo?
-Dentro de tres días.
-No, mañana.
-Don Bosco, exclamó en un arranque; si yo puedo
ir mañana a ver al Papa, le aseguro que hablaré de
modo que todo marchará bien para usted.
Al día siguiente había desaparecido la tos y se
encontraba totalmente
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