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don Julio Barberis cómo le trataba el Padre Santo
y por qué le recibía siempre de buena gana,
respondió el Venerable:
-Busco siempre la manera de despachar deprisa.
Hay que llevar preparado todo lo que se quiere
pedir. Algunos, para hacer una petición al Papa,
quieren estar allí contándole toda la historia y
dicen y vuelven a decir y van alargando.
Generalmente el Papa les interrumpe y les
pregunta:
-En conclusión, >>qué pedís?
Yo voy siempre allí con un fárrago de cosas que
pedir; pero tomo nota precisa de ellas y me
preparo. En cuanto llego ante el Papa, expongo mi
petición en dos palabras; si son cosas especiales,
como me sucede bastantes veces, recuerdo también:
tal Papa, con tal bula y en tal circunstancia,
concedió esto y lo otro; y él en dos palabras
despacha todo. Después se ríe y dice:
-Vos empleáis pocas palabras para no cansarme,
pero yo empleo menos que vos.
Otras veces llevo un papelito en la mano y él
me pregunta:
->>En qué número estáis?
-Es la duodécima petición que quiero hacer a
Vuestra Santidad.
->>Y cuántas traéis apuntadas?
-íDieciocho, Santidad!
-Ea, pronto llegamos a lo mejor.
<((**It9.514**)) por
esto y por aquello; y entonces las cosas van un
poco más despacio.
>>Pero lo que más le gusta al Papa, cuando yo
voy, es que nunca me opongo a nada, ni insisto.
Que le parece bien conceder algo, en hora buena.
Que no lo cree conveniente, yo no replico. Si se
requieren simples aclaraciones, las expongo; por
lo demás, aunque me pareciere óptima mi petición,
yo no replico, si él se muestra poco propenso.
Algunos van a él e insisten una y otra vez. Son
audiencias que se alargan, le cansan y le
disgustan. Yo, en cuanto hago mi exposición, me
propongo no añadir una palabra.>>
Estaba, pues, fijado el día 23 para la
audiencia. El caballero Pedro Marietti recomendó a
don Bosco al abogado Tancredo Canónico, piamontés,
que se había dirigido a él, asegurándole que se
trataba de una buena persona, que deseaba una
audiencia privada
(**Es9.467**))
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