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Don Bosco fue invitado por el mayordomo del
Cardenal a subir a la primera de las carrozas.
->>Para quién son?
-Para don Bosco y sus acompañantes.
->>Y qué necesidad hay de esto?
-El cardenal Berardi lo ha querido así; y es
más, pone una carroza a su disposición para todo
el tiempo que esté en Roma.
-Eso sí que no; don Bosco no está acostumbrado
a tales lujos.
-Pero permita al menos...
-No, no; perdonadme... don Bosco va a pie.
Le repugnaba entrar en Roma poco menos que en
plan regio.
Ante su resuelta respuesta, el mayordomo no osó
insistir más y dijo:
-Entonces oiga: Su Eminencia el Cardenal le
rogaría tuviera la bondad de visitar lo antes
posible a un sobrinito suyo, gravemente enfermo;
desearía que le encomendase a María Auxiliadora,
que le bendijera y le hiciera sanar.
Don Bosco prometió que iría a ver al niño, pero
en el momento en que se despedía, monseñor
Manacorda le hizo observar que estaba cansado del
viaje, que ((**It9.496**)) el
Cardenal se disgustaría de que don Bosco no
hubiera aceptado aquel acto de cortesía y, por
tanto, le aconsejaba que usara la carroza por
aquella vez.
Don Bosco cedió al ruego de Monseñor y las dos
carrozas de sus nobles amigos se dirigieron hacia
la cercana iglesia de San Bernardo de las Termas,
donde don Bosco celebró la santa misa. El padre
Verda fue, en la tercera carroza, a hospedarse en
el convento de su Orden.
Mientras estaba el Siervo de Dios en el altar,
entró en la iglesia un señor enviado por el
caballero Felipe Berardi, el cual no había podido
estar en la estación por negocios urgentes. Aquel
señor rogó a monseñor Manacorda que dijera a don
Bosco se dignase tener un memento por el enfermito
que estaba a la muerte. Monseñor pasó enseguida el
recado al Venerable quien escuchó, hizo señal de
asentimiento con la cabeza y continuó, como
siempre, absorto en Dios, la santa misa.
El Procurador General de los monjes
Cistercienses, el abad Bottino, contentísimo del
honor que le había proporcionado el Venerable,
celebró su buena suerte al poder ofrecerle un
café.
Desde San Bernardo acompañaron al Venerable a
saludar al cardenal Vicario y después al domicilio
del tipógrafo Pedro Marietti, donde había
establecido fijar su residencia.
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