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Fue en estas circunstancias cuando don Bosco se
presentó varias veces en el palacio Pitti para ser
recibido por el Rey, mas no le fue posible
encontrarlo. Le dijeron que se hallaba fuera de
Florencia. El mismo habló un día en Francia
después de la comida en casa de una noble señora
donde se hospedaba, de aquellos sus inútiles
viajes al palacio real en Florencia, y en
presencia del arquitecto Domingo del Piano,
salesiano, sin hacer la menor referencia a los
motivos que allí le habían llevado.
Cuando él llegó a Roma se terminaba el proceso.
Los acusados eran súbditos pontificios, sus
delitos estaban probados y se podía prever cuál
sería la sentencia de acuerdo con el código penal.
El Gobierno Italiano temía verse obligado a actos
violentos para acallar a las sectas que metían
ruido por toda Italia, con insultos a la Casa
Real, en defensa de los reos.
Instantáneamente hubo en Roma quien, por medio
de Cardenales influyentes, dio a conocer lo
peligrosa que era una sentencia ((**It9.486**)) capital
en aquellos tiempos tan turbulentos. El dulce
ánimo del Pontífice se inclinaba de suyo a la
clemencia; y la sentencia en segunda instancia,
emitida en marzo de 1869, condenaba a Ajani y
Lussi a cadena perpetua y a los demás a galeras.
El Gobierno Italiano respiró.
El 11 de abril celebraba el Pontífice el
quincuagésimo aniversario de su primera misa y las
Administraciones de Ferrocarriles de las líneas de
Ancona y de Nápoles concedían por aquellos días
una rebaja casi del 50 por 100 y ponían trenes
extraordinarios.
Pero don Bosco había ido también a Florencia
para sus cosas.
Conversó extensamente con el caballero Cantón
sobre el modo de llegar a tener una casa en Roma
junto a la iglesia del Santo Sudario y le habló
del documento al que ya nos hemos referido. Cantón
presentó a don Bosco algunos altos empleados,
amigos suyos y buenos católicos, que a su debido
tiempo le podrían ayudar ante el Gobierno. Por
ahora tan sólo se debía estudiar el proyecto: y
don Bosco exponía, para su norma, algunos
preliminares de convenio que él ya había meditado
y desarrollado en varios artículos.
LA IGLESIA Y LA ASOCIACION DEL SANTO
SUDARIO EN ROMA
1.° El sacerdote Juan Bosco, con el mismo
espíritu del Instituto de Turín, titulado Oratorio
de San Francisco de Sales, reemplazaría a la
desaparecida sociedad o asociación del Santo
Sudario que, de acuerdo con las cartas de
fundación, además de las prácticas religiosas,
tenía también la finalidad de hospedar a los
peregrinos,
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