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Gobierno nuevos motines para proclamar rey al
Duque de Madrid, don Carlos de Borbón y de Este.
Numerosas bandas de guerrilleros empezaron a
alistarse, pese a los arrestos, fusilamientos y
decapitaciones.
El ejército, cansado de acudir de una a otra
parte para dominar las sediciones, se alborotaba;
y en Cuba las tropas habían rehusado obediencia
((**It9.469**)) a los
mandos. El desastre del edificio revolucionario
era completo.
El Gobierno Provisional, sintiéndose incapaz
para restablecer el orden, promulgó una
Constitución el 6 de junio de 1869, compuesta por
las Cortes, en la que se establecía que el
Gobierno de la Nación fuese monárquico
constitucional. Dirigióse, después, a varios
príncipes de familias extranjeras ofreciéndoles la
difícil corona, pero todos la rechazaron. Entonces
se presentó la candidatura del príncipe Leopoldo
Hohenzollern-Sigmaringen, pariente del rey de
Prusia y católico de religión. Autorizado por
Guillermo I, el príncipe aceptó.
Pero el emperador Napoleón declaró que no
admitiría un príncipe extranjero en el trono de
España, por ser un peligro para el honor y la
dignidad de Francia, y el príncipe Leopoldo
renunció. Quiso todavía Napoleón exigir que el Rey
de Prusia declarase que ni entonces ni después
permitiría a ninguno de su familia que aceptara la
corona de España. El Rey se negó a tal pretensión,
y el Emperador le declaró la guerra el 19 de julio
de 1870.
Los prusianos cruzaron la frontera con sus
aliados de los Estados Germánicos y es ya bien
conocida la terrible guerra que se armó, la caída
del imperio francés, la proclamación de la
república, la ayuda prestada por Garibaldi con sus
voluntarios italianos. Los hechos dejaron atrás
los horrores y estragos de la Comuna de París
durante la revolución, y la marcha del ejército de
Víctor Manuel en la conquista de Roma. En fin, por
lo que toca a Italia, en 1888 se pueden recordar
los hechos de Africa.
El tercer azote, predicho por don Bosco fue el
del hambre, y los periódicos de 1868 están
plagados de dolorosas noticias y de la penuria que
se dejó sentir en muchos municipios del sur de
Italia por las escasas cosechas y la falta de
trabajo. Sicilia, en especial, fue asolada por el
hambre; jamás se había experimentado una miseria
tan general y tan atroz. Millares de isleños sin
pan. Por falta de alimentos, veíase a los
desgraciados ir en tropel por campos y barrancos
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arrancando raíces y hierbas para engañar el hambre
y calmar los tormentos del estómago, a causa de
los cuales muchos enfermaban y morían.
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