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años. Era verdaderamente el banquero de la Divina
Providencia para los pobres, pues no hay en Turín
un centro benéfico, una iglesia, una obra pía de
cualquier clase que no haya recibido de este
piadoso bienhechor grandes ayudas. Sabemos de
alguno de estos centros que recibió varias decenas
de miles de liras. De pocos se podrá decir, como
del banquero Cotta, con toda verdad que transiit
benefaciendo (pasó haciendo el bien). Por lo
demás, sus buenas obras no se limitaron a la
beneficencia, pues es sabido que muchos, por un
motivo o por otro, se prodigan socorriendo las
miserias del prójimo, pero no se preocupan tanto
de la e integridad de costumbres y de los deberes
religiosos.
El banquero Cotta, como buen cristiano, unía la
limosna a los ejercicios de piedad cristiana y la
práctica de las virtudes evangélicas. Muere, pues,
llorado por los pobres, cuyo padre era pater
pauperum, y por todos los que le conocieron como
hombre provisto de las más bellas dotes, adornadas
con su sencillez y modestia. Y en una ciudad como
Turín, donde, gracias a Dios, abundan los
acaudalados que dividen generosamente sus haberes
con los pobres, el banquero limosnero dejará de sí
memoria imperecedera.
((**It9.457**)) El
mismo periódico escribía el martes, 19 de enero de
1869:
EL COMENDADOR COTTA
He aquí las palabras con las que el presidente
del Senado, Gabriel Casati, elogió al comendador
Cotta: <>. (Actas Oficiales, número 322,
pág. 1149).
Don Bosco aplicó sufragios por la bendita alma
de su amigo al que no cesó de proponer como modelo
de sus bienhechores.
Por fin envió a cada casa el aguinaldo
esperado. Al comunicarlo a Mirabello, agradecía al
Director la generosa cantidad que le había
mandado.
(**Es9.418**))
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