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amor a esta nuestra dulcísima Madre. A la
dificultad que me han presentado de que los
ángeles vencerían por no tener pasiones ni
tentaciones, he respondido y demostrado que más
bien nuestras pasiones y tentaciones nos pondrían
en la costosa necesidad de vencer más fácilmente
el desafío, porque con la ayuda de Jesús y de
María, que no nos falta, las superaríamos; y que
Dios, al juzgarnos a nosotros y a los ángeles,
tendría en cuenta nuestros mayores esfuerzos.
De cualquier modo que sea, bien o mal, he hecho
la propuesta, que ha sido aceptada por los
muchachos. Hoy se ha empezado la novena con mucho
entusiasmo y hay un buen número que me parece
dispuesto a vencer o morir. Necesito toda la
prudencia de un general para moderar o dirigir
bien su ardor.
Pero, ahora me encuentro en un gran lío. Me
preguntaron quién sería árbitro del desafío entre
nosotros y los ángeles. Y yo, con una confianza,
quizá demasiado grande, respondí que dejaba a la
Virgen el cuidado de dar a conocer de algún modo
el resultado del desafío. Temo haber tentado a
Dios con esto. Por eso me dirijo a usted para que
acuda en mi ayuda. >>De qué modo? Con uno de sus
acostumbrados sueños, que rogaré a María se lo
mande durante esta novena.
Sería de desear que en este sueño, o de
cualquiera otra forma, viera usted a los muchachos
de Mirabello, a todos o en parte, vencedores, o
bien acariciados por la Virgen que se mostrará
satisfecha de ellos por la novena. Al terminarla,
o el día de la fiesta, nos haría usted un gran
servicio y coronaría la obra si, en nombre de
María, nos comunicara nuestro triunfo. íAh, don
Bosco, por compasión, no me deje en el apuro,
venga en mi ayuda a tiempo!
El enfermo que le recomendé sanó enseguida. Se
agravó otro (un tal Stella) sobrino del canónigo
Manfredi de Voghera. Encomiéndelo.
Los demás están todos bien. El número exacto de
los actuales alumnos, sin contar los que aún
esperamos, es de ciento cuarenta y cinco, diez
menos que el año pasado. Ruegue por nosotros.
Suyo afectísimo,
JUAN BONETTI, Pbro.
((**It9.32**)) Don
Bosco debió sonreír ante esta carta, pero como se
trataba de excitar cada vez más la devoción filial
de los alumnos a María Santísima, después de
haberse dirigido ciertamente a Ella con fervorosas
oraciones, confió ser oído. Mas no se apresuró a
contestar, sino que dejó pasar la fiesta de la
Inmaculada y pidió a don Juan Bonetti que le
mandara la lista con los nombres de todos los
alumnos del Colegio, de los que estaban adscritos
a la casa y de los miembros de la familia Provera.
Todos los nombres deberían ser escritos en la
cabecera de una línea, de modo que él pudiera
escribir al lado una palabra, un aviso, una
alabanza, o un reproche, en nombre de la Virgen.
Es de notar que muchos de los alumnos eran nuevos,
y sólo los había visto una vez, y otros le eran
totalmente desconocidos por completo, porque
habían entrado después de su visita, hecha en
noviembre. Don Juan Bonetti se apresuró a mandarle
la lista pedida en(**Es9.41**))
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