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Este me entretuvo bastante repitiendo cosas, ya
tratadas muchas veces: adujo la imposición de
sotana del clérigo Alessio, de Pinerolo, como
concedida por mi autoridad; le hice ver
inmediatamente la delegación y carta que le
adjunto; me dio la misma queja sobre algunos de
sus clérigos. Respondí que había recibido facultad
para ello con el adecuado decreto de la Curia
Arzobispal, pero que nunca me había servido de él,
ni podía nadie presentar ningún caso al respecto.
Tras unos vagos razonamientos, reclamó estas
mismas cosas y acabó sin concluir nada; es decir,
que hay que rezar ((**It9.440**)) y
esperar; que los que han hablado a mi favor en la
Conferencia no saben ni entienden nada de ello y
el Obispo, que estaba ausente, hubiese entendido
menos que nadie de haber estado presente. Se
ofreció como protector de la casa y de la
Congregación, y fue todo. Encontrándose las cosas
en este punto, he pensado referirme sin más a la
carta de monseñor Svegliati y dejar que la Sagrada
Congregación incluya en el decreto una fórmula que
haga posible la existencia de la Congregación y
salve la jurisdicción de los Ordinarios. A tal
fin, a primeros del próximo enero, he pensado ir a
Roma, persuadido de que las aclaraciones dadas de
palabra pueden ayudar más que por escrito.
Mucho me gustaría y me ayudaría en esta ocasión
una carta suya particular, dirigida al Padre
Santo, en la que dijera: <>. Estas y otras cosas
parecidas las llevaré yo personalmente al
Pontífice y haré también algunas otras
diligencias.
Que Dios le bendiga, reverendísimo Monseñor, y
le conceda unas buenas fiestas y largos años de
vida feliz: y, si de algún modo puedo servirle,
cuente conmigo como uno de los suyos.
Turín, 19 de diciembre de 1868.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. -El reverendo Boetti sigue aquí. Nada
malo; bueno satis (bastante). >>Le gustaría probar
o que yo pruebe dirigirle una tanda normal de
ejercicios espirituales y, después, rehabilitarlo
para celebrar? Se hará todo como usted diga.
Tenía don Bosco extraordinaria y cordial
confianza con monseñor Ghilardi, que era como el
depositario paterno de sus gravísimas y delicadas
penas. Entre las muchas pruebas de lo que
aseguramos hay una carta en la que el Venerable le
pedía su apoyo ante la Sagrada Congregación del
Indice y la de los Obispos y Regulares. Parece que
en aquel momento monseñor Ghilardi se encontraba
en Roma o debía ir allí 1.
1 La carta es del 1867. Llegó a nosotros,
juntamente con otras, después de la publicación
del octavo volumen.
(**Es9.403**))
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